Armageddon

Cuentan los biógrafos no autorizados de Juan Soler que en el cenit de su decadencia, cuando los desatinos le condujeron a abandonar Mestalla y recluirse en casa con un justificante médico en la cartera, el ex presidente cambió el Valencia por el Home Cinema. Como la mejor forma de soportar la dura realidad es vivir de espaldas a ella, encontró balsámico refugio en la apocalíptica película 'Armageddon'. Cada vez que la caja tonta emitía un partido del equipo de Koeman, activaba como un autómata su ritual. Aislado en una habitación, se arrellanaba en el sofá y ponía el dichoso filme, así un día tras otro, aunque si por él fuera Jesús Wollstein habría sustituido a Bruce Willis en el papel de alopécico protagonista.

De compartir gusto por el cine, su socio Vicente Soriano se hubiera decantado por un clásico, "Lo que el viento se llevó". Por fin ha decidido salir del armario, aunque para intentar explicar lo inexplicable sin aportar explicación alguna. Así es difícil lavar una imagen muy deteriorada por la tozuda realidad. Vestido ahora con los modestos ropajes del accionista minoritario, articuló el discurso del superviviente, a medio camino entre la nostalgia y la defensa de un amor propio herido de muerte. Sólo le faltó exclamar, puño derecho en alto, aquello de «A Dios pongo por testigo de que jamás volveréis a dudar de mí» para transfigurarse en Scarlett O'Hara. Pide fe, pero ya nadie puede creerle. Cuanto prometió reposa en el limbo.

Una y otra película, la americanada de don Juan y el clásico de don Vicente, a buen seguro que figuran en la videoteca de Manuel Llorente, cinéfilo empedernido al que, de momento, nada le sale de acuerdo con el guión. Ni el joven director a quien confió el proyecto atina con los planos ni los intérpretes tienen demasiado interés en que sea él quien lleve a cabo la película. Aunque en verano sólo llegaron secundarios, no es este un film de bajo presupuesto. Hay reparto para mucho más. El Valencia no puede permitirse otra producción de serie B.

(Artículo publicado en LAS PROVINCIAS el 27 de septiembre 2009)

El Valencia alza el vuelo

14 de septiembre de 2009. Ha llegado el esperado día, la fecha en la que, según predijo el profeta Soriano, debía producirse el advenimiento de un nuevo orden al Valencia, con él como líder plenipotenciario. Desde Uruguay lloverían millones y millones de euros, hasta 500 muy mal contados, para reeditar en Mestalla la historia de la Cenicienta. Adiós a las estrecheces económicas, la mirada circunspecta de Javier Gómez, la calculadora de Llorente, la resignación de Fernando, gestor de miserias en tiempos de crisis... Barra libre. No emigraría ningún crack y los ojeadores blanquinegros volverían a tener trabajo.
La fabulación establecía que el 14 de septiembre, es decir hoy, debía quedar grabado en la historia del Valencia como el día de la gran revolución. Pero, llegada la cita, nada cambiará. Para el presidente y su equipo de colaboradores habrá un 15 de septiembre, y también un 16. Mientras, hundido en su rincón del ring, Soriano sigue preguntándose por qué ha vuelto a fallarle el oráculo, convirtiendo en pesadilla su delirante sueño de aquella tarde de verano en la que, previo paso por la notaría, se invistió escudero de Dalport. Aconteció un 4 de julio, pero esto no es Estados Unidos. Aquí el verdadero día de la independencia se retrasó hasta el 21 de agosto, cuando la voluntad popular, expresada a través de la ampliación de capital, sepultó a Dalport y sus atildados heraldos. Unos y otros quedaron borrados de la memoria colectiva y no ha pasado nada: el club sigue su camino, la comunión con la afición es total y tampoco se han ido los cracks. Justo lo que soñó Soriano... pero sin él.
Piruetas del destino, este 14 de septiembre no será recordado como el día en que una junta general restituyó en la presidencia a Vicente Soriano, sino la fecha en que Manuel Llorente cumplió 100 días en el cargo. Sus primeros 100 días.
La toga del tiempo determinará si el actual presidente blanquinegro merece sentarse a la derecha de Arturo Tuzón como artífice de una segunda salvación del club. Sin embargo, buena parte del camino ya está andado. Frente a los fuegos artificiales de sus antecesores, Llorente y Javier Gómez han sido capaces de convencer al universo valencianista de la dramática coyuntura que atraviesa la entidad. Ha bastado con decir la verdad. Tan sencillo como eso.
Pero su gran mérito fue sujetar los palos del tenderete cuando el tifón Dalport soplaba con mayor virulencia. De haber vacilado entonces, el Valencia estaría actualmente inmerso en un indecoroso concurso de acreedores. Ahora la situación es distinta. Mientras Soler y Soriano arden en su particular hoguera de vanidades, condenados a una cadena de litigios para discernir quién engañó a quién, el club recupera la autoestima. Ha encontrado la senda de la estabilidad económica y conserva intacto su potencial deportivo.
La ampliación de capital aportará 92 millones al Valencia, 20 de ellos procedentes de 27.000 aficionados anónimos que se han rascado el bolsillo en tiempos de crisis para salvar a una entidad que forma parte de su razón de ser. Sin embargo, todavía hay muchos obstáculos por sortear. ¿De dónde saldrán los 200 millones de euros que conducen al definitivo saneamiento económico y permitirán, entre otras cuestiones, reanudar las obras del nuevo estadio? ¿Quién inyectará a la Fundación el dinero necesario para devolver el préstamo de Bancaja y aun así conservar la mayoría accionarial? ¿Hasta cuándo se podrá retener a unas estrellas cada vez más cotizadas?
Algunos interrogantes tienen más fácil respuesta que otros. Por ejemplo, el último. Con su habitual pragmatismo, Llorente intentará convencer a su gente de que el milagro de este verano no será eterno. A medio plazo, probablemente sottovoce y antes de final de temporada, la venta de Villa parece inevitable.
El presidente ha logrado retenerlo este año pese a las presiones externas y también internas. Buena parte de su consejo trató de hacerle ver que era el escenario perfecto para desprenderse del asturiano: la afición estaba mentalizada para ello y el crack atraviesa su momento de mayor proyección. Pero Llorente encontró un resquicio en su calculadora. Villa vale hoy 45 millones, y aunque en el peor de los supuestos fueran 30 el año que viene, la diferencia quedaría compensada por la presencia en la Champions. Porque, con el asturiano y el resto de artistas sobre las tablas, el Valencia tiene reparto de sobra para que la función resulte un éxito.

(Artículo publicado en LAS PROVINCIAS el 14 de septiembre de 2009)