En manos de Cupido

Cupido hizo negocio con Soler. Aunque despidió hace mucho tiempo el acné y su bigotillo nada tiene que ver con el del conquistador Errol Flynn, el ex presidente tenía la facilidad de un adolescente para enamorarse. En cuanto asomaba la primavera se le alborotaban las hormonas y entregaba el corazón. Pero un pecadillo venial atormentaba sus romances. Inconstante como todo buen don Juan (el nombre le viene al pelo), le costaba sentar cabeza y sus idilios eran efímeros. El rompecorazones de Turís sembró de desengaños su tránsito por el Valencia. Lisonjeó a Subirats hasta que cedió a los encantos de Carboni, a quien luego despreció para flirtear con Quique. Sólo Wollstein supo atarlo corto y llevar al extremo el ‘hasta que la muerte nos separe’.

Manuel Llorente parecía otra cosa. Los tempestuosos divorcios con Roig y Benítez no hicieron más que fortalecer su imagen de hombre de empresa, que antepone el interés general al caramelo del populismo. Pero debe de ser cosa del cargo, porque la llegada a la presidencia ha descubierto a un Llorente más maleable de lo previsto en el plano afectivo. En verano se prendó de Emery, lo que dejó a Fernando en una incómoda situación. Todas las propuestas del valenciano, máximo responsable deportivo, fueron ignoradas. La lista de la compra válida era la del técnico, convertido en un pis pas en ojito derecho del jefe. Por eso vino Moyá en vez de Granero y no se contempló más alternativa que Negredo cuando la venta de Villa parecía inevitable.

Pero la pasión por Emery se apagó. A los pies del altar le surgieron a Llorente las dudas y ese clima de desamor marca las andanzas del Valencia en este sombrío fin de curso, con el entrenador debilitado ante una afición que se siente más juez que nunca y un vestuario sin miedo a despotricar en público. ¿Y Fernando? Hace tiempo que decidió aislarse del ruido y trabajar en un segundo plano, a la espera de que alguien caiga en que cobra como director deportivo. Ahora mismo sería incapaz de responder a la pregunta de qué pasará con Emery. ¿Alguien lo entiende?
(Artículo publicado en LAS PROVINCIAS el 25 de abril de 2010)

Llorente se pasa de rosca

Manuel Llorente debería saber ya que en ocasiones el exceso de celo puede resultar tan pernicioso como la autocomplacencia. Conocida es la pericia del presidente del Valencia para extraer el máximo rendimiento de sus acólitos. El club tiene ahí un potosí. Sin embargo, a la hora de gestionar el futuro del banquillo al dirigente se le ha ido la mano con la llave inglesa. Tanto apretó que el tornillo se pasó de rosca y, sea cual sea el veredicto final, habrá daños colaterales.

Si la decisión es no renovar a Emery, Llorente tendrá serios problemas para argumentarla, pues los objetivos están virtualmente cumplidos desde hace tiempo. Pero si el técnico continúa, nadie podrá enterrar la sensación de que lo hace porque no queda otro remedio. Porque el mercado anda huérfano de sólidas alternativas al vasco y porque el jerarca blanquinegro se reserva así una coartada para el año próximo. Mantenerse en la élite continental sin Villa, Silva o Mata y con el desgaste adicional de la Champions será más complicado. Y quizá los mismos que piden la cabeza de Emery se giren entonces hacia el palco para preguntar por qué se tocó algo que funcionaba. Es la cruel ley de la vida y el fútbol.

Llorente tiene hoy una buena oportunidad para ver cómo no debe gestionarse el Valencia. Nada más antagónico que el Real Madrid. Florentino Pérez puede permitirse el lujo de la impaciencia, despedir a Pellegrini como antes hizo con Juande y traer un nuevo entrenador que le reclame otros cinco fichajes imposibles. Con la billetera en una mano y su prodigiosa agenda en la otra, seguramente se los traerá. Y vuelta a empezar en la Babilonia merengue.

No hace demasiado tiempo el Valencia también podía gestionarse así. Pero alguien antes que Llorente dilapidó esos favores institucionales y financieros inherentes al Real Madrid. Por eso el presidente tendría que enfrascarse en su jeroglífico extradeportivo y confiar en el área más saludable del club. El problema es que, aunque al final opte por el camino de la sensatez, mucho me temo que ya llega tarde.

(Artículo publicado en LAS PROVINCIAS el 18 de abril de 2010)

A Platini no le gusta el fútbol

Hervía la sangre tras el escarnio del Calderón y Enrique Cerezo aceleró el proceso de ebullición. Al presidente del Atlético de Madrid su faceta de productor cinematográfico lo ha vuelto chaveta. Debió de creerse Chaplin y nos regaló una charlotada, aunque en su caso con nulo estilo y gracia. “¿Cuántas camisetas se rompen en una temporada?”, espetó el mandamás al recordársele la flagrante prueba del delito. Él, sin ir más lejos, estaba haciendo jirones la de esa utopía llamada 'fair play'. Podría haber admitido la evidencia para añadir que a su equipo lo perjudicaron en otros lances del juego. Pero el cineasta prefirió tomar el camino del indecoro, ofreciéndonos una burlesca versión de la historia del cornudo apaleado. Así también se fomenta la violencia.

El fútbol languidece por personajes como Cerezo, que lloriquean cuando sienten el hierro del error arbitral para silbar sin pudor el día en que la humana ruleta les regala un guiño. También por el inmovilismo de la UEFA, obcecada en cerrar las puertas a la ayuda tecnológica bajo el pretexto del absurdo respeto por la tradición. Como si algún aficionado fuera a añorar las pifias del colegiado de turno, a las que los grotescos jerarcas graparon la etiqueta de salsa del fútbol.

No dirijo esta diatriba contra Meyer, aunque cueste entender su negligencia. Tampoco hurgo en la ineptitud de Atkinson, inventor de un penalti frente al Werder Bremen. Ni siquiera me detendré en Chapron, quien acusó a Mathieu de autolesionarse. Merecen la presunción de inocencia, aunque sólo sea por guardar las formas. El amargo lamento va destinado a Michel Platini, alma de este imperfecto sistema. Hace bien Manuel Llorente en dar un golpe en la mesa. Discreto, porque los despachos de la UEFA saben mucho de vendettas, pero enérgico. Al Valencia le han robado unos ingresos que necesitaba para comer, la ilusión del reencuentro con Benítez, la gloria de un título... Hoy a todos nos gusta un poco menos el fútbol. Salvo a Cerezo, a quien hace gracia este remake de 'El Golpe'. Mejor que aguce la vista y ponga sus barbas en remojo.

(Artículo publicado en LAS PROVINCIAS el 11 de abril de 2010)

Las cartas de Llorente

Lo que daría Llorente por comprar el tiempo y arrancar al infalible tictac alguna semana más de tregua. Pero aún hay cosas que no están en venta. Por eso ha llegado el temido abril: el mes de los prodigios o los fiascos, llamado a desnudar al Valencia, a determinar si este club nonagenario tiene futuro o tan sólo pasado.Atrás quedó el carnaval y hasta la cuaresma. Fuera máscaras. Es la hora de que el presidente descubra sus cartas.

Teorizan los ‘llorentólogos’ con que la demora en la renovación de Emery no responde tanto a una desconfianza en el técnico como a que se trata de la menor de las preocupaciones del club. ¿Qué peso merece en la agenda presidencial el futuro de un empleado si pensamos en que el acuerdo con Richard Ellis expira en dos meses y aún no hay comprador para las parcelas? ¿O en que ya tarda el crédito para reemprender las obras del estadio y liberar a la ciudad de la lesiva imagen del coliseo fantasma? ¿O en que si se dilata más el reparto de las acciones de la Fundación los adalides de la democratización del club acabarán considerados el mismo perro con distinto collar? Todo esto quedó pendiente para abril.

Por eso los focos apuntan ya al consejo, porque el resto de estamentos han hecho bien su trabajo. Emery palpa la tercera plaza liguera, más de lo que se le pidió, y Fernando tiene cerrada la próxima plantilla con muchos meses de antelación. A Ricardo Costa sólo le falta la revisión médica y a Feghouli, adaptar las condiciones pactadas con su puntilloso agente al nuevo marco tributario.

Si se van Miguel, Maduro o Zigic, no habrá que mover un dedo salvo para poner velas a la Virgen. Si emigra Silva, está Domínguez. Incluso ya se bosqueja un escenario sin Villa. De las alternativas del pasado verano, con Nilmar, Lisandro López y Gignac a la cabeza, sigue a tiro el francés, con quien cohabitan nuevos arietes de perfil bajo avalados por Fernando. El gremio del chándal cumple. Ahora falta Llorente. Aunque hace días que irrumpió la primavera, para el Valencia no acabará el invierno hasta que el plenipotenciario presidente abra las ventanas.

(Artículo publicado en LAS PROVINCIAS el 4 de abril de 2010)