Hay que decidir ya

El fútbol sufre cada vez que el balón deja de rodar. A falta de partidos, buenos son los dilemas, como el último y más enconado, que gira en torno a la renovación de Emery. El debate está en la calle y el Valencia lo despacha con un sí pero no, un vuelva usted mañana, que diría Larra.

«Si vamos como ahora, está más cerca de quedarse que de salir». Son palabras de Fernando. ¿Eso es todo? El Valencia ha tenido 77 partidos oficiales en año y medio para examinar la filosofía futbolística del vasco, sus dotes en el manejo de un vestuario de élite y su conexión con la grada. Con mucho menos le ha bastado a Fernando Roig para concluir que Valverde es su hombre. Al margen de resultados. Pero aquí nadie se atreve aún a levantar o bajar el pulgar.

Un buen abogado defensor del técnico enaltecería su comunión con los pesos pesados del equipo. Aludiría a la fría estadística que lo sitúa entre los diez mejores entrenadores de la historia del club. Subrayaría su nulo engreimiento y la capacidad para rectificar, evidenciada con César. Recordaría que el salario de su cliente se ajusta a los parámetros asumibles por la entidad y que acepta trabajar con lo que den, algo esencial de cara al incierto futuro. Ah, y dejaría caer de soslayo su pasión por el fútbol. Eso siempre toca la fibra.

En el banquillo opuesto, el fiscal incidiría en el chasco del año pasado, con una rutilante plantilla y sin Champions. Evocaría la cuestionable apuesta de alto riesgo por Moyá. Criticaría la vulnerabilidad de Mestalla y lamentaría que de una plantilla de 25 jugadores apenas cuenten 15.

Se puede dudar sobre el momento idóneo para hacerla pública, pero a estas alturas la sentencia debería ser ya definitiva. En un sentido u otro. Tan crucial decisión no ha de estar sujeta a la arbitrariedad de los resultados. Eso erosiona la imagen del técnico ante vestuario y opinión pública, además de exhalar un tufo a provisionalidad no recomendable. Hacer de los próximos meses una gala de Operación Triunfo sería pueril. Delegar el veredicto en el jurado popular, un acto de cobardía.

(Artículo publicado en LAS PROVINCIAS el 28 de diciembre de 2009)

Las piezas encajan

La vida es un puzzle. Si te rodeas de piezas que encajan contigo a la perfección paladearás la felicidad. De lo contrario, recorrerás tus días con el paso cambiado. Benítez habría sido feliz con el manirroto Soler, pero le tocó vivir una época de vacas casi tan flacas como las actuales. Orti reinaba, pero Llorente gobernaba. Rafa se desgañitaba en cada rueda de prensa para pedir fichajes que nunca llegaron, porque Manolo anteponía el desgaste popular a una gestión populista. Dormía con la llave de la caja fuerte debajo de la almohada. Era evidente que el puzzle no encajaba y la más preciada pieza acabó rompiéndose.

Un lustro después, la crisis dibuja un panorama similar al de aquel añorado Valencia del doblete. Similar, aunque no idéntico. Llorente lleva otra vez las riendas del club, pero esta vez sí hay sintonía entre él y sus acólitos. Ni Fernando ni Emery exhiben la beligerancia de Benítez. Hay lo que hay, lo asumen y esto es un bálsamo en tiempos de posguerra.

La necesidad ha encauzado la política deportiva del Valencia. Pocas veces funcionó aquí el modelo imperialista de Florentino. Ortega o Romario fueron anécdota en la historia del club, como en su día ocurrirá con Joaquín, fichado a golpe de talonario y suplente de un chico de la casa llamado Pablo.

La tantas veces loada filosofía del Sevilla, con Monchi a la cabeza, marca el camino a seguir. Fichar barato para vender caro. Ahí radica la credibilidad de Fernando. La labor de un buen director deportivo, salvo que esté en nómina de Real Madrid o Barcelona, es descubrir a Dealbert, Bruno o Mathieu y jugársela por ellos.
El Valencia tiene poca munición y no puede errar un solo disparo. Lo advirtió Llorente nada más regresar. Fernando, como Unai, depende de sus resultados. Por ahora cumple, cimienta su futuro y trae así serenidad a un club que hasta hace poco vivía desquiciado.

En la época de Soler, si un técnico hubiera pedido fichar a Ricardo Costa le habrían traído al ex secretario general del PP. Y ya se sabe, una vez descubierto el malentendido..., que se quede como consejero delegado. O lo finiquitamos.

(Artículo publicado en LAS PROVINCIAS el 20 de diciembre de 2009)

Sólo ha sido una derrota

El Real Madrid, otra vez a seis puntos. La derrota horada la moral del valencianismo tras la semana más ilusionante en mucho tiempo. Es lógica la decepción, pero no el abatimiento. Los hombres se miden por las veces en que son capaces de levantarse. Es lo que toca ahora, sobre todo porque los días previos a este partido han hecho mucho bien al club, que se ha arrancado los complejos para regresar al peldaño del que nunca debió descender. El de alternativa al título.

En la cuneta han quedado los austeros ropajes que el incierto futuro económico impuso a un equipo rutilante. Hay que quemarlos. Ese adusto Valencia que piensa partido a partido no debe volver a asomar el hocico. En la caja de caudales hay telarañas, pero sobre el césped luce oro puro.

En el fútbol aún impera el tanto tienes, tanto vales. Los delirios del rico se asocian con la ambición; los del pobre, con la euforia. Hace tres meses el Real Madrid, escocido por la gesta de su acérrimo enemigo, se autoproclamó aspirante al triplete. Para el coro florentinista, aquello era lógico reflejo de la grandeza merengue. Pero cuando los jugadores de Emery osaron decir que pueden luchar por la Liga, a más de uno le entró el vértigo.

Hoy, tras la derrota, ese mensaje ambicioso está aún más vigente. Aunque al equipo se le vio anoche atascado, atenazado por la responsabilidad. A fin de cuentas, hoy por hoy tiene más opciones el Valencia de ganar la Liga que el Madrid de celebrar su cacareado e imposible triplete.

(Artículo publicado en LAS PROVINCIAS el 13 de diciembre de 2009)

La gran decisión de Zigic

Quizá anida en sus genes el espíritu rebelde y la fuerza de voluntad de Viriato. O se siente Quijote que deambula por un mundo irreal. Pero en un caso u otro, cada vez es menos comprensible la actitud de Zigic, su obstinación, la resistencia a asumir una realidad que le aleja inexorablemente de Valencia.

El serbio se ha quedado sin besos y la rana nunca se convierte en príncipe. Ni lo hará ya. Desde que aterrizó en Manises con la etiqueta de fichaje estrella, su progresión futbolística se ha estancado. Zigic no contó para Quique ni Koeman, y el ostracismo alcanza grado superlativo con Emery.

El comportamiento del delantero durante dos años y medio ha sido ejemplar. Jamás alzó la voz, salvo para proclamar su deseo de triunfar en el Valencia. Pero debe darse cuenta ya de que los gigantes son molinos y asumir que, en puertas de un Mundial, su futuro está lejos de Mestalla. El mensaje del serbio, en el que se autodefine como cabezón, suena a hueco. Su tozudez se hace más creíble desde el humano prisma del gran sueldo y la hospitalidad que ha encontrado en el Mediterráneo.
Zigic ha de reflexionar. Si eso es lo que quiere, un contrato hasta 2012 se lo garantiza. Pero si aún se siente futbolista por encima de todo, debería tomar el camino más largo. Ha aprovechado como nadie las contadas oportunidades, su promedio goleador está al nivel de los mejores, continúa siendo un fijo con Serbia... Pero de poco vale el esfuerzo.

Si no juega en el Stoke City es porque él mismo abortó el traspaso hace dos veranos. El Valencia estaba dispuesto a venderlo por la mitad de lo que lo había comprado un año antes. Dato revelador. Y aunque se rehabilitó en la cesión al Racing, nada ha cambiado. Ausente Villa, Emery prefiere poner patas arriba su esquema ofensivo antes que confiar en Zigic. La negociación con el Chori es el último mensaje de un club que ve en el serbio el único jugador prescindible con el que hacer caja. La fuerza de voluntad de Nicola es loable, pero debe recordar que Viriato murió asesinado y lo de la rana y el príncipe es un cuento.

(Artículo publicado en LAS PROVINCIAS el 6 de diciembre de 2009)

El mundo según Unai Emery

Una hora con Emery dura más de sesenta minutos. Hiperactivo y entregado a su trabajo hasta bordear la obsesión, medita cada palabra. Pero lo hace a tal velocidad que de su supersónico discurso, torrente de oraciones que sólo adquiere pleno sentido cuando se plasma sobre el verde folio de 108x70, es difícil extraer un desliz. Emery representa el culmen del método, la antítesis de la improvisación. Y tres principios inspiran su vademécum.

El primero de ellos dicta que el pasado no existe y el futuro es el presente. Por eso se enerva cuando le preguntan por ese contrato que, salvo renovación, pone fecha al final de sus días en elValencia: 30 de junio de 2010. Emery anhela seguir, pero sabe que no depende de él, sino de los hados del fútbol, de la voluntad de Fernando, del plan de viabilidad de Llorente y hasta de la crisis de la construcción. Demasiadas variables. Si un problema no tiene solución, inmediatamente deja de serlo. De ahí que Unai no mire más allá del próximo partido. Reducido al absurdo, ya piensa en el Lille... aunque por ahora sólo en el primer cuarto de hora.

Segunda evidencia: el fútbol es una disparatada montaña rusa en la que estás arriba y a los cinco minutos tienes la cabeza en los pies. Sólo así se entiende que los pitos de hace meses den paso a comparaciones con San Rafael Benítez. Como Unai lo sabe, hacen falta bisturí y anestesia general para extirparle un trémulo «podemos ganar la Liga».

No es conformismo, sino prudencia. En términos futbolísticos, todos los caminos van en línea recta. El tiempo erosiona las curvas, los vericuetos de técnicos hoy elevados a los altares. Nadie recuerda que Cruyff ganó tres ligas sobre la bocina y una Champions en la prórroga. El esplendor de un Dream Team avanzado a su tiempo sepulta tropiezos humillantes velados por el éxito final. Benítez rozó el despido antes de su primer título y lo pasó mal el año siguiente, previo al doblete.

El último postulado establece que las comparaciones, más que odiosas, son una estupidez. Unai no es amigo de paralelismos y hasta trata de reprimir la sonrisa cuando le parangonan con el técnico del Liverpool. Intenta ahogarla, porque no lo consigue. En el fondo le gusta. Y no por los éxitos del madrileño, sino porque, como él, es un obseso del fútbol.

(Artículo publicado en LAS PROVINCIAS el 29 de noviembre de 2009)

El sol

Rabindranath Tagore dejó para la posteridad el más bello canto a la esperanza. «Si lloras por haber perdido el sol, las lágrimas no te dejarán ver las estrellas». El Valencia atraviesa un momento crítico, pero arrojarse en manos del fatalismo sería firmar el acta de defunción. Vendrán tiempos mejores. Hay que creerlo, pese a esta desazonadora semana marcada por el análisis económico y en la que el crepúsculo se ha adivinado con macabra nitidez.

Ni un solo minuto de tortura informativa ha sido gratuito. La entidad agoniza y su gente tiene el derecho y la obligación de conocer la verdad sin ambages. El legado letal de los últimos jerarcas dibuja una situación dramática. La guerra de las calculadoras será larga, cruenta, pero el Valencia la ganará. Lo hizo ya otras veces.
El plan de viabilidad debe aplicarse a toda costa, por impopular que resulte. Sin embargo, la reconstrucción no ha de asentarse sobre los cimientos de la resignación y la abulia. El funambulismo de los despachos tendrá que trasladarse a la planificación deportiva. El Valencia, hoy pobre, no puede dejar de tener un buen equipo.

Si la historia inhabilita toda excusa, el presente deja resquicios para la esperanza de Tagore. Como Fernando, Quique o Giner en los ochenta, acude al rescate una nueva generación del hambre abanderada por Dealbert o Navarro. Y nadie encarna mejor que el Valencia el triunfo de la imaginación frente al lujo. Este club es epicentro de la mejor selección del mundo con astros a coste cero. Joaquín, Zigic o Fernandes son una fortuna arrojada a la basura. Aquí el lustre lo aportan Silva y Pablo, canteranos geniales; Mata, un regalo merengue, y sobre todo Villa, quien costó 12 millones el verano en que Florentino gastó 55 en Robinho y Baptista.

Algunos cracks se irán, pero por supuesto no todos. El Valencia conoce el camino para armar un buen equipo en torno a los que se queden. La ilusión es gratuita. El sol saldrá. Mientras tanto, no nos perdamos el brillo de las estrellas.

(Artículo publicado en LAS PROVINCIAS el 22 de noviembre de 2009)

Llorente y su sueldo

Ni el mismísimo Lon Chaney, el hombre de las mil caras, lo habría superado. Manuel Llorente tuvo que explotar ayer su repertorio interpretativo para salir airoso de un mal trago. El presidente compareció ante la junta más cruda de la historia del Valencia con la sonrisa forzada del padre que se dispone a comunicar a sus hijos que este año no habrá vacaciones. El rostro se le relajó al comprobar que la venta de estrellas o la ley concursal son ya riesgos asumidos por la platea. Pero lo que le alteró el rictus fue el agrio debate en torno a su sueldo. Material sensible.
Muchos accionistas consideran irresponsable que un presidente perciba un alto salario en plena economía de guerra. Desde esta perspectiva populista, Llorente debería sentarse con Javier Gómez y Fernando, sus colegas profesionales, para aligerar nóminas.

El planteamiento es defendible si quien lo expone arremete en el próximo partido en Mestalla contra Villa, Silva o Mata. Los tres han visto justamente mejorados sus sueldos en los últimos meses. Seguro que no habrá protesta. Marcan goles, copan portadas, son ídolos de masas.

El Valencia, sin embargo, hace tiempo que debe ser analizado desde una singular perspectiva. La empresa prevalece sobre el club de fútbol. Y esta sociedad anónima está ahora más necesitada de unas acertadas gestiones desde los despachos que de las genialidades de sus peloteros.

Conceptos como «alto» o «bajo» son especialmente subjetivos cuando se asocian a un sueldo. Al propio y al ajeno. Llorente está muy bien pagado, en efecto. Pero ni cobra lo que se apuntó en la junta general ni su sueldo es mayor que el que tenía en su anterior etapa en el club.

El Valencia pedía a gritos un presidente profesional. La dedicación exclusiva. Con los dos últimos aficionados ya tuvo bastante. Es más sangrante pensar que lo que se embolsó Wollstein en un año serviría para pagar cinco de Llorente. Y en la historia reciente del Valencia ha habido muchos Wollsteins.

(Artículo publicado en LAS PROVINCIAS el 15 de noviembre de 2009)

Marcelino vs Emery

Lo que es y lo que pudo haber sido. Mestalla no presenciará hoy un examen, pero sí un morboso reencuentro. En un banquillo se sentará Marcelino, el técnico que hace dos primaveras estaba llamado a sacar al Valencia de su traumática depresión post Koeman. En el otro, Emery, quien finalmente asumió el reto tras la espantada del asturiano.

De un análisis frío se desprende que a Marcelino le sobraron las razones para dar calabazas al Valencia. Cuando ya estaba en el altar vestido de pingüino le cambiaron la novia. Sólo en el habitualmente protocolario acto de la firma de contrato le revelaron que el club vendería a Villa, Silva, Joaquín... y a todo aquel jugador por el que llegara una oferta interesante. Simples minucias, debió de pensar Soler. Marcelino no se fue por miedo. Lo hizo por dignidad. El ambicioso proyecto que le vendieron durante semanas y semanas de negociación era evanescente.

Dicta el tópico que cuando una puerta se cierra otra se abre. Y la renuncia de Marcelino situó a Unai Emery ante el reto de su vida. Asturiano y vasco son dos técnicos cortados por el mismo patrón. Abordan su trabajo con enfermiza meticulosidad. Enaltecen los detalles. Viven para el fútbol.

La relación con el Valencia evidenció sin embargo una brecha entre ambos técnicos. Se llama ambición. Pese a ser comprensible, nunca entendí la decisión del hoy entrenador del Zaragoza, a quien la posibilidad de dirigir a uno de los grandes de España le llegó mucho antes de merecerlo. Su currículo era brillante, cierto, pero tres excelsas campañas en equipos humildes no siempre permiten hollar la cima. Además, el Valencia no mintió a Marcelino. Simplemente se había convertido en tal jaula de grillos que nadie sabía un lunes lo que acontecería el miércoles.
Unai, más consciente de su realidad, sí aceptó el reto. Soportó los movimientos sísmicos, hoy entrena a uno de los grandes de España y tiene a Villa, Silva y Joaquín entre sus cromos.

(Artículo publicado en LAS PROVINCIAS el 8 de noviembre de 2009)

La hora de vender

No resulta fácil decir «vete» cuando lo que querrías oír de tu propia voz es un «quédate para siempre». Pero en un mundo como el del fútbol, donde sentimientos y negocio caminan de la mano, hay que echar hielo al corazón en la toma de decisiones. Tan importante es comprar bien como vender en el momento oportuno. Y ha llegado la hora de agradecer a Villa los servicios prestados y (duele hasta pensarlo) desearle suerte en otro club. Llorente lo sabe, Fernando también y la afición debe entenderlo. Hay que cuadrar las cuentas.

Pocos fichajes en la historia del Valencia han sido tan rentables como el del asturiano. Los doce millones que costó su traspaso suenan hoy a chascarrillo de taberna y eso figurará de por vida en el haber de su mentor, el denostado Subirats. Aunque en 2005 ya no había que ser Nostradamus para descubrir a Villa, alguien tenía que gritar «tierra a la vista» en uno de los contados pasajes de lucidez del gobierno de Soler.

El asturiano se ha agigantado. Son 144 sus goles en 234 partidos con la blanca y con la roja. Eso se traduce en triunfos, pero también en términos económicos. Villa ha cuadruplicado su precio. Aquel chico de Tuilla que llegó a Mestalla con 23 años es hoy el mejor ariete de Europa, el hombre capaz de levantar con fútbol la losa mediática de Raúl para convertirse en el siete de España, el genio con quien fantasean los talonarios del continente.

Nadie puede reprochar a Villa su fidelidad. Sólo entró en el juego del galanteo con Madrid y Barça cuando el Valencia le planteó irse como último gran servicio a un club arruinado. Abortado el traspaso, tuvo la hombría de regresar a casa sin rechistar y ahora tira como nadie del carro. La jugada de Llorente, pese a las reservas de su entorno, fue maestra. Mestalla jalea un año más los goles de Villa, su precio en puertas de un Mundial sólo puede crecer y el Valencia presume de ser él quien decide cuándo y por cuánto vende a su estrella. El próximo verano... y por un potosí.

(Artículo publicado en LAS PROVINCIAS el 1 de noviembre de 2009)

Cara o cruz

El destino carga su pulgar y catapulta una moneda. Pendiente de su caprichoso giro, todo un ejército de "patidors". La afición más fiel. La más desengañada. Si sale cara, el Valencia será un equipo aguerrido capaz de someter hasta al tiránico Barça de Guardiola. Pero, ¡ay si sale cruz!

El trastorno bipolar comienza a ser exasperante. Un haz que deslumbra, un envés tenebroso. Lejos de generar euforia, la exhibición ante el Barça tiene un efecto enervante si se compara con lo acontecido días después ante un don nadie como el Slavia.

En el plató principal del fútbol, cuando la jet mira a Mestalla atraída por las proezas del campeón de Europa, mientras los jueces del Balón de Oro quitan el capuchón a sus despampanantes estilográficas... comparece Jekyll. Un Valencia solidario rescata emociones casi olvidadas. Pero tras apagarse los focos, cuando la cita es en la penumbra anónima de un modesto camerino, llega la hora de Hyde, del Valencia ramplón, de la grada enojada. En el palco, el presidente terminará por arrancarse la lengua de tanto morderla. ¿Será más fácil sacar de la ruina a un club desahuciado que lograr que un equipo potente juegue bien a fútbol con asiduidad?

Compleja labor la de dar con el culpable sin ser injusto. Lo cómodo es acusar a Unai. Ofrece la imagen del entrenador desesperado que espolea con exabruptos a jugadores de referencia para buscar en ellos una implicación que deberían traer de serie. Y su política de rotaciones atribula por desmedida. Una cosa es alternar a peones para dosificar esfuerzos; otra, mantear al equipo por completo despreciando así la competición más fácil de ganar.

La autoconfianza merece elogios hasta que degenera en obstinación. Unai debe reflexionar. Pero eso no exime a la plantilla. El peor Valencia imaginable debe ganar siempre al Slavia... Lo contrario es propio de un grupito de suplentes acomodados que merecen calentar banquillo. Y un equipo sin fondo de armario no va a ninguna parte. La moneda está otra vez en el aire. ¿Qué tocará hoy en Almería?

(Artículo publicado en LAS PROVINCIAS el 25 de octubre de 2009)

Plagas

Como el antiguo Egipto, el Valencia ha sufrido en cinco años una cadena de plagas que acabó por reventar todas sus costuras. La sustancial diferencia es que, mientras entonces ranas, moscas y langostas azotaron a un faraón que tenía sometido al pueblo hebreo, ahora la epidemia de incapaces gestores no ha obrado ningún efecto liberador. Al contrario, es el valencianista de a pie quien ha visto su escudo mancillado.

Desde que Benítez tomó las de Villadiego, el club ha gastado 193 millones, más de la mitad del coste del nuevo estadio, para fichar a 38 jugadores. Pocos han triunfado y sólo 15 siguen en la plantilla. Este absurdo derroche es una simple muestra del torrente de desvaríos que dejó al Valencia en tan pavorosa situación a una década de su centenario. Quienes confiaron todo al ya olvidado boom de la construcción pagaron la osadía con su patrimonio personal, pero la reconstrucción será ardua.

El actual Valencia, sin embargo, poco tiene que ver con los negros presagios de hace siete meses. Entonces se adivinaba para octubre de 2009 un club humillado e intervenido judicialmente. Vicente Andreu no habría tenido un paso efímero como consejero, sino que él o alguien de su perfil llevaría las riendas de una entidad inmersa en una gravosa ley concursal.

Los buitres habrían pasado por Mestalla. Los goles de Silva y Villa en el Real Madrid competirían con las portadas que canonizarían a Mata en Barcelona, mientras en la distancia un nostálgico Valencia lucharía por prolongar su hálito.
Hay un abismo entre lo que este club iba a ser y lo que por fortuna es. La entidad gana su guerra por la supervivencia y exhibiciones deportivas como la de anoche elevan la autoestima. Pero también la exigencia. Quien es capaz de zarandear al campeón de Europa jamás puede hacer el ridículo en Getafe o empatar en casa con el Sporting. Lo sustancial hoy por hoy no debe ser vencer a Barça o Madrid, por placentero que resulte, sino acabar la Liga entre los cuatro primeros y encontrar en la Champions el dinero necesario para que en verano "sólo" haya que vender a Villa.

(Artículo publicado en LAS PROVINCIAS el 18 de octubre de 2009)

El ocaso

La vida te da sorpresas. Lo cantó Rubén Blades y ahora lo rumia el insolvente Juan Soler. Al empresario de Turís tardará mucho tiempo en asaltarle otro ataque de risa como el que sufrió en el antepalco de Mestalla. Durante años se atiborró de lujo y popularidad. Lo primero se lo brindó el trabajo; lo segundo, el fútbol. Pero el destino lo deja ahora en la estacada. El ex presidente que soñó con inaugurar el nuevo Mestalla no puede ni pisar el viejo. El acaudalado constructor que amasó una fortuna busca fórmulas para evitar el embargo de su patrimonio.

Ni en su peor pesadilla se imaginó en tal encrucijada. La hoja de ruta de Soler reflejaba que dejaría la vara de mando en 2010, con un Valencia tan brillante como el que heredó. Saldría a hombros del estadio de la avenida de las Cortes, aclamado por las masas. Y retomaría la gestión de sus empresas, fértiles como siempre.
Durante años vivió inmerso en una burbuja futbolística tan artificial como la inmobiliaria. Y aunque nada le salía según lo previsto, tras cada caída se levantaba con la sonrisa del tahúr que se sabe con un as en la manga. Porchinos o el nuevo estadio, junto a otras operaciones nonatas, avalan que la suya no era una confianza sujeta con alfileres.

Soler mereció mejor suerte. Jamás actuó de mala fe y, pese a su desastrosa gestión, nada se llevó, lo que es decir mucho en los tiempos que corren. Pero en el despacho, como en el área, los errores se pagan. Pocos gestores se han disparado en el pie con tanta reiteración. Lo hizo al traicionar a Soriano, convirtiendo en opositor a un abnegado escudero; al sustituir a Llorente por el bisoño Wollstein en una decisión cómica; al confiar su futuro a un chapucero aparato propagandístico; al arrojarse en brazos de Villalonga... Lo de creer en Soriano y Dalport no fue un error de cálculo, sino el recurso del clavo ardiendo. Balbuce ahora Soler el lamento desesperado de Pedro Navaja, pero le habría bastado con escuchar a Serrat para ahorrarse el mal trago: «Mi santa madre me lo decía, cuídate mucho Juanito de las malas compañías». Pues eso.

(Artículo publicado en LAS PROVINCIAS el 11 de octubre de 2009)

Juicio injusto

Lamentaba Quique tras su despido que Valencia idolatra antes a un jugador que a cualquier entrenador. Razón no le faltaba. Salvo Benítez o el primer Ranieri, pocos técnicos han abierto la puerta grande de Mestalla.

Quien ahora deambula sobre la delgada línea que separa la gloria del fracaso es Unai. Los dislates gestados en la pizarra tienen mucho que ver con la inestabilidad de este Valencia que rinde tan por debajo de sus posibilidades. Aunque las notas se entregan a final de curso, Emery ya ha suspendido el primer parcial. Y lo ha hecho con todos los condicionantes a favor. Este club en nada se parece al «avispero» de hace dos veranos, como él mismo lo definió sottovoce antes de firmar su contrato.
Aquellas reservas eran lógicas, pues ni siquie ra conocía el apellido de su nuevo jefe: el alicaído Soler que lo fichó, el emergente Villalonga que relamía el poder o el tapado Soriano que confesaba a sus íntimos no creer en el vasco.

La indulgencia que merece todo debutante y el catastrófico legado de Koeman ayudaron a Unai a capear un insatisfactorio primer año. Pero el discreto balance no evitó que el técnico se haya sentido fuerte este verano y plantara cara a su jefe con la anuencia presidencial. Malgastó en lujos (léase Moyá) los ahorrillos que tenía para comer (Granero). Y ahora muchas de sus decisiones desde el banquillo enervarían al mismísimo Job.

Sin embargo, es injusto que todos los palos azoten la misma estera. Villa tenía razón en su crítica, pero nunca debió hacerla. La reacción de Joaquín en Noruega es la de un niño consentido. El recién llegado Mathieu no puede fruncir el ceño en su segundo día como suplente y las quejas de Vicente están tan fuera de lugar como la reacción con luz y taquígrafos del aludido.

Urge cordura ante tan peligrosa espiral. Unai no es el único culpable de que el equipo con el mejor ataque de España se desangre en defensa. La responsabilidad de ridículos como el de Getafe no puede recaer sólo sobre su espalda. Hoy todo el grupo se examina en Santander, porque es inconcebible que la carísima filarmónica blanquinegra parezca por momentos la Charanga del Tío Honorio... salvo que el objetivo inconfesable sea cargarse al de la batuta.

(Artículo publicado en LAS PROVINCIAS el 4 de octubre de 2009)

Armageddon

Cuentan los biógrafos no autorizados de Juan Soler que en el cenit de su decadencia, cuando los desatinos le condujeron a abandonar Mestalla y recluirse en casa con un justificante médico en la cartera, el ex presidente cambió el Valencia por el Home Cinema. Como la mejor forma de soportar la dura realidad es vivir de espaldas a ella, encontró balsámico refugio en la apocalíptica película 'Armageddon'. Cada vez que la caja tonta emitía un partido del equipo de Koeman, activaba como un autómata su ritual. Aislado en una habitación, se arrellanaba en el sofá y ponía el dichoso filme, así un día tras otro, aunque si por él fuera Jesús Wollstein habría sustituido a Bruce Willis en el papel de alopécico protagonista.

De compartir gusto por el cine, su socio Vicente Soriano se hubiera decantado por un clásico, "Lo que el viento se llevó". Por fin ha decidido salir del armario, aunque para intentar explicar lo inexplicable sin aportar explicación alguna. Así es difícil lavar una imagen muy deteriorada por la tozuda realidad. Vestido ahora con los modestos ropajes del accionista minoritario, articuló el discurso del superviviente, a medio camino entre la nostalgia y la defensa de un amor propio herido de muerte. Sólo le faltó exclamar, puño derecho en alto, aquello de «A Dios pongo por testigo de que jamás volveréis a dudar de mí» para transfigurarse en Scarlett O'Hara. Pide fe, pero ya nadie puede creerle. Cuanto prometió reposa en el limbo.

Una y otra película, la americanada de don Juan y el clásico de don Vicente, a buen seguro que figuran en la videoteca de Manuel Llorente, cinéfilo empedernido al que, de momento, nada le sale de acuerdo con el guión. Ni el joven director a quien confió el proyecto atina con los planos ni los intérpretes tienen demasiado interés en que sea él quien lleve a cabo la película. Aunque en verano sólo llegaron secundarios, no es este un film de bajo presupuesto. Hay reparto para mucho más. El Valencia no puede permitirse otra producción de serie B.

(Artículo publicado en LAS PROVINCIAS el 27 de septiembre 2009)

El Valencia alza el vuelo

14 de septiembre de 2009. Ha llegado el esperado día, la fecha en la que, según predijo el profeta Soriano, debía producirse el advenimiento de un nuevo orden al Valencia, con él como líder plenipotenciario. Desde Uruguay lloverían millones y millones de euros, hasta 500 muy mal contados, para reeditar en Mestalla la historia de la Cenicienta. Adiós a las estrecheces económicas, la mirada circunspecta de Javier Gómez, la calculadora de Llorente, la resignación de Fernando, gestor de miserias en tiempos de crisis... Barra libre. No emigraría ningún crack y los ojeadores blanquinegros volverían a tener trabajo.
La fabulación establecía que el 14 de septiembre, es decir hoy, debía quedar grabado en la historia del Valencia como el día de la gran revolución. Pero, llegada la cita, nada cambiará. Para el presidente y su equipo de colaboradores habrá un 15 de septiembre, y también un 16. Mientras, hundido en su rincón del ring, Soriano sigue preguntándose por qué ha vuelto a fallarle el oráculo, convirtiendo en pesadilla su delirante sueño de aquella tarde de verano en la que, previo paso por la notaría, se invistió escudero de Dalport. Aconteció un 4 de julio, pero esto no es Estados Unidos. Aquí el verdadero día de la independencia se retrasó hasta el 21 de agosto, cuando la voluntad popular, expresada a través de la ampliación de capital, sepultó a Dalport y sus atildados heraldos. Unos y otros quedaron borrados de la memoria colectiva y no ha pasado nada: el club sigue su camino, la comunión con la afición es total y tampoco se han ido los cracks. Justo lo que soñó Soriano... pero sin él.
Piruetas del destino, este 14 de septiembre no será recordado como el día en que una junta general restituyó en la presidencia a Vicente Soriano, sino la fecha en que Manuel Llorente cumplió 100 días en el cargo. Sus primeros 100 días.
La toga del tiempo determinará si el actual presidente blanquinegro merece sentarse a la derecha de Arturo Tuzón como artífice de una segunda salvación del club. Sin embargo, buena parte del camino ya está andado. Frente a los fuegos artificiales de sus antecesores, Llorente y Javier Gómez han sido capaces de convencer al universo valencianista de la dramática coyuntura que atraviesa la entidad. Ha bastado con decir la verdad. Tan sencillo como eso.
Pero su gran mérito fue sujetar los palos del tenderete cuando el tifón Dalport soplaba con mayor virulencia. De haber vacilado entonces, el Valencia estaría actualmente inmerso en un indecoroso concurso de acreedores. Ahora la situación es distinta. Mientras Soler y Soriano arden en su particular hoguera de vanidades, condenados a una cadena de litigios para discernir quién engañó a quién, el club recupera la autoestima. Ha encontrado la senda de la estabilidad económica y conserva intacto su potencial deportivo.
La ampliación de capital aportará 92 millones al Valencia, 20 de ellos procedentes de 27.000 aficionados anónimos que se han rascado el bolsillo en tiempos de crisis para salvar a una entidad que forma parte de su razón de ser. Sin embargo, todavía hay muchos obstáculos por sortear. ¿De dónde saldrán los 200 millones de euros que conducen al definitivo saneamiento económico y permitirán, entre otras cuestiones, reanudar las obras del nuevo estadio? ¿Quién inyectará a la Fundación el dinero necesario para devolver el préstamo de Bancaja y aun así conservar la mayoría accionarial? ¿Hasta cuándo se podrá retener a unas estrellas cada vez más cotizadas?
Algunos interrogantes tienen más fácil respuesta que otros. Por ejemplo, el último. Con su habitual pragmatismo, Llorente intentará convencer a su gente de que el milagro de este verano no será eterno. A medio plazo, probablemente sottovoce y antes de final de temporada, la venta de Villa parece inevitable.
El presidente ha logrado retenerlo este año pese a las presiones externas y también internas. Buena parte de su consejo trató de hacerle ver que era el escenario perfecto para desprenderse del asturiano: la afición estaba mentalizada para ello y el crack atraviesa su momento de mayor proyección. Pero Llorente encontró un resquicio en su calculadora. Villa vale hoy 45 millones, y aunque en el peor de los supuestos fueran 30 el año que viene, la diferencia quedaría compensada por la presencia en la Champions. Porque, con el asturiano y el resto de artistas sobre las tablas, el Valencia tiene reparto de sobra para que la función resulte un éxito.

(Artículo publicado en LAS PROVINCIAS el 14 de septiembre de 2009)

Társilo Piles: "¿Soriano? Una persona capaz de mentir hasta el final es muy peligrosa"


-Su primera etapa en el Valencia coincidió con la decadencia del solerismo. ¿ El retorno al club, primero como consejero y ahora también al frente de la Fundación, es una oportunidad de revancha?
-Yo entré en el Valencia invitado por Juan Soler. Lo conozco de toda la vida y siempre hemos tenido buena relación. Pero aquella fue una etapa complicada, en efecto. En ese mandato, Juan dimitió como presidente. Ahora me han vuelto a invitar a que participe y no me lo he pensado. Entonces fue un capricho, pero en este momento me encuentro ante un reto.


-¿Por qué en cinco años el Valencia ha pasado de ser el mejor club del mundo a una suspensión de pagos y una ampliación de capital?
-El club ha estado cinco o seis años aprobando presupuestos con un déficit de salida de 30 millones de euros, basados en los estudios de rentabilidad del futuro estadio. Se decía: «Nos podemos permitir este lujo para seguir en la Champions, porque luego recuperaremos el dinero perdido». Pero aquellos cálculos fallaron y nos condujeron a esta situación. Lo único que se puede decir es: «¿Cómo esos tíos han estado aprobando presupuestos con un déficit de salida?» Yo, el año que estuve, también lo hice y no me quito responsabilidad.


-¿Admite, por tanto, que el Valencia cometió un grave error de cálculo con el nuevo estadio?
-No. Yo creo que el estadio es un proyecto importante para la ciudad. Había la oportunidad de hacer un campo emblemático y generar ingresos. Lo que pasa es que la situación financiera se ha caído de golpe. De retrasarse la crisis un año, a Juan Soler le habría cambiado todo. Hubiera vendido las parcelas por 400 o 450 millones. Se hubiese gastado 300 en el estadio y aún sobrarían al menos 100. Ahora estaríamos comenzando la temporada con un campo espectacular, con el club realmente equilibrado, con un presupuesto importante y un equipo potente. Lo que pasa es que en un año ha ido todo por el aire.


-¿Se pecó de prepotencia en el proyecto al renunciar a la sociedad mixta o diseñar un estadio por encima de las posibilidades del club?
-Yo no hablaría de prepotencia, sino de ambición. Uno siempre quiere ir a lo máximo. A mí me pareció bien en su momento que se rechazase la sociedad mixta con las administraciones, porque implicaba la pérdida de activos. Lo importante era ser propietario del suelo. Si vendes un suelo y no compras otro, mal negocio.


-¿Cuándo retomarán las obras del nuevo estadio?
-Lo prioritario en este momento es cubrir la ampliación, salvar al Valencia. Inmediatamente después será el momento de ponernos a buscar la financiación necesaria para reanudar los trabajos. Sin que esto sea exacto, creo que antes de fin de año habrá una solución.-Por su trayectoria y sus relaciones personales, usted tiene un marcado perfil político, institucional.


-¿Qué lectura debemos hacer de su llegada a la presidencia de la Fundación? ¿Es el hombre de confianza de las administraciones, de las entidades financieras?
-Sencillamente nos pareció importante que la Fundación estuviera presidida por un miembro del consejo, para que la comunicación se hiciera más fluida, y se decidió que esa persona fuera yo.


-¿Pero no le parece que allana más el camino, de cara a los retos que se avecinan, el hecho de que usted sea una persona bien relacionada con las instituciones?
-No sé si el consejo valoró ese aspecto a la hora de proponerme. Yo, desde luego, me llevo bien con las entidades financieras, que han ayudado muchísimo al club. De no ser por ellas, estaríamos mucho más muertos de lo que estamos. Hay que reconocer que gracias a Bancaja el Valencia ha podido aguantar y estar todavía de pie. Eso sólo lo puede hacer una entidad financiera valenciana, porque un banco nacional no te va a ayudar. Pero Bancaja ha hecho un esfuerzo importantísimo con el Valencia y eso hay que reconocerlo.


-Usted fue un hombre de Soler y ahora se enfrenta a sus intereses: miembro de un consejo que planta cara a Dalport, impulsor de una ampliación de capital que erosiona su poder accionarial...
-(Sonríe) Yo no soy hombre de nadie, soy Társilo Piles, un tío muy independiente.-

-Pero no olvide que usted llegó al Valencia de la mano de Soler.
-Sí, y además soy muy amigo suyo, pero no siento que le esté traicionando. Lo prioritario es defender los intereses del club, por lo menos para mí. No voy contra nadie. Este proyecto me ha ilusionado porque me gustan los retos un poco complicados. Siempre haré lo que crea que debo hacer, al margen de mis amistades personales.


-¿Qué virtud destaca de Llorente que no tuvieran Soler y Soriano?
-Manolo es muy pragmático. Además, ya ha estado varios años en el club, con responsabilidad directa en la gestión. Conoce muchísimo el Valencia y errores que a lo mejor cometió anteriormente ahora seguro que no los repite. Lo mismo que le ocurriría a Juan (Soler) si volviese, porque la gente aprende todos los días.


-Desde un punto de vista ético, ¿le parece justo que Soler pueda recuperar lo que invirtió después de dejar al club en una situación dramática?
-Las acciones del Valencia tienen un valor nominal y Juan de aquí no se ha llevado ni un duro, sino que esto le ha costado muchísimo dinero. Se puede haber equivocado, pero sin intencionalidad. Es el primer presidente en muchos años que ha puesto dinero de su bolsillo y garantías personales para hacer funcionar el club. Si tú has comprado unas acciones y hay otro que te las quiere pagar, pues que las pague. Pero yo tengo dudas de que sea viable esto que han planteado ahora. Es más, no me lo creo. No me creo que eso se vaya a hacer.


-Pues a ello vamos. Le veo convencido de que Dalport es un bluf.
-Sí, desde el primer día. Es que me da mucha risa. Esto no va a acabar bien para ellos. Cuando Soriano inició su etapa de presidente, Zorío chupaba cámara hasta con el papelito aquel de la asamblea (se refiere al documento que contemplaba una supuesta opción de compra sobre las parcelas de Mestalla). Enseñaron un papelito que es mentira y se atrevieron los dos a mentir a la asamblea. Eso es muy duro y habla de la calaña de la gente que nos representaba en ese momento. Luego, cuando todo el mundo ya empezó a decir que era mentira y que estaban engañando a todo un club, una afición y una ciudad, Zorío se escondió hasta que lo tiraron. Ahora, lo mismo. El día en que Soriano va representando a Dalport, el que está en el escenario diciendo «tú sí, tú no, tú hablas, tú no hablas» es Zorío. Ahora que ha visto que esto es un bluf se vuelve a esconder, desaparece.


-Suponiendo que Dalport dé señales de vida, ¿sería viable un Valencia gobernado con mando a distancia desde Uruguay?
-No. Eso es imposible. Piden paralizar la ampliación de capital pero no dan alternativa, porque lo de vender las parcelas de Mestalla más el terciario por 500 millones de euros ya nos da risa a todo el mundo. Te lo cuentan y te ríes. No se puede tomar el pelo a la gente con tal magnitud de engaño y de reiteración durante un año. Ahora vuelve con la misma historia. Ha estado engañando un año entero a la afición del Valencia.


-Le veo muy crítico con Vicente Soriano.
-Yo no puedo enjuiciarlo por conocimiento, porque nunca he hablado con este señor y no sé qué piensa. Yo puedo valorar de Soriano lo que ha estado haciendo públicamente. Su año en el Valencia ha sido nefasto. Se habla de la época de Soler pero nadie dice que Soriano, el año pasado, generó un déficit de 78 millones de euros. Es una fortuna, más de lo que ha costado Kaká, y sin hacer ningún fichaje extraordinario, sin haber sido capaz de meter al equipo en Champions. Es dinero tirado. Después está la mentira reiterada a la afición, socios, sociedad e instituciones. Una persona capaz de mentir el primer día y mantener la mentira hasta el final es muy peligrosa, porque no sabes qué va a hacer. Cuando dice cualquier cosa no es creíble.


-¿A Soriano le han engañado?
-No. A uno se le engaña si se deja engañar. Si se deja engañar, él sabrá por qué.


-¿Entiende el papel gregario que ha ejercido Vicente Silla?
-A mí Vicente Silla me ha decepcionado muchísimo. Ha primado sus intereses económicos sobre los del club, defendiendo las plusvalías de unas acciones. Creía que era una persona muy seria, pero ahora no tengo la misma opinión. No puede hacer lo que ha hecho. Hubo un movimiento en el propio consejo para relevar a Soriano de presidente y él medió para que no se cambiara. Por lo tanto, es responsable de la catástrofe. Después de siete meses reiteradamente engañando, al final te plantas. Hablamos de un tema tan trascendente como aprobar un presupuesto a partir de unos ingresos que son falsos. Es algo muy gordo.


«Los empresarios que apoyarán la ampliación son valencianos»


–Miremos hacia el futuro. ¿La Fundación está llamada a ser el máximo accionista del club?

–No lo sé. La primera decisión que ha tomado la asamblea de la Fundación, yme parece fenomenal, es ceder los derechos de sus acciones a la Agrupación de Peñas, ya que en este momento no tenemos recursos propios para ir a la ampliación y suscribir. Así ayudamos a la gente que carece de acciones y desea participar. Me parece un gesto muy importante, como también lo es el de las personalidades públicas de Valencia que nos están apoyando. Este es un movimiento que se ha gestado en muy poco tiempo, cuando la gente se ha dado cuenta del bluf de Soriano y Dalport. También hay empresarios que están interesados en participar en esta ampliación y así lo comunican al club. No es gente que quiera figurar en el consejo o tener poder. Al contrario. Sólo desean consolidar el futuro del Valencia.


–Esos empresarios que aguardan en la sombra, cuya estrategia desveló LAS PROVINCIAS, son la mayor garantía de que la ampliación se cubrirá...

–Bueno, realmente eso es algo que nadie tiene garantizado, pero al menos su iniciativa nos permite confiar en que así será. Aunque una garantía al cien por cien...


–¿La idea es que esos empresarios sindiquen a la Fundación sus acciones después de adquirirlas?
–Y nosotros, encantados de colaborar con ellos. De momento lo que hay es gente que llama al club, al presidente, a consejeros, diciendo que quiere estar, pero sin aspirar luego a un cargo. Lo normal es que personas así sindiquen sus títulos.


–¿Puede desvelar el nombre de alguno de estos capitalistas que apoyarán la ampliación?
–Me va a permitir que no lo haga.


–¿Son valencianos?
–Sí, sí, lo son.


–Sólo desde la perspectiva de esta maniobra que se prepara a partir del 22 de agosto se puede entender el optimismo del consejo. Llevan cubiertos cerca de siete millones en la ampliación, pero aún faltan 85 más.

–Claro. Y no olvidemos que además hay muchos abonados que no son accionistas y quieren suscribir pero no pueden. Toda esta gente espera a la segunda ronda para incorporarse. Hay que invitar a la gente a participar. Esta ampliación de capital, que planteó Soriano aunque luego no quiso que continuase, es muy buena. Con la crítica situación financiera actual, no hay otra forma de que entre dinero en un club. Además, dará la oportunidad de que no haya accionistas con paquetes gordos. Será difícil que alguien llegue con 50 millones, que Soler ponga sus 37, o Soriano los 15 o 20 que tendría que meter...


–Si esos empresarios valencianos que permanecen en el anonimato, a la espera de las próximas fases de la ampliación de capital, acaban sindicando las acciones a la Fundación, el papel de esta entidad cambiará radicalmente. ¿Considera que ha sido hasta ahora demasiado residual, casi irrelevante en el día a día del club?
–En la vida hay que ir quemando etapas. Es cierto que en estos últimos años se ha hecho mucho más que antes, y esperamos que en el futuro la Fundación siga creciendo. Quiero que sea capaz de estructurarse con la sociedad civil, que la gente sienta el Valencia como algo suyo. Vamos a tratar de impulsar actividades culturales. Pero debemos reconocer que la labor desarrollada en la anterior etapa ha sido importante, sobre todo con el fútbol base.


(Entrevista publicada en LAS PROVINCIAS el 10 de agosto de 2009)