Sólo ha sido una derrota

El Real Madrid, otra vez a seis puntos. La derrota horada la moral del valencianismo tras la semana más ilusionante en mucho tiempo. Es lógica la decepción, pero no el abatimiento. Los hombres se miden por las veces en que son capaces de levantarse. Es lo que toca ahora, sobre todo porque los días previos a este partido han hecho mucho bien al club, que se ha arrancado los complejos para regresar al peldaño del que nunca debió descender. El de alternativa al título.

En la cuneta han quedado los austeros ropajes que el incierto futuro económico impuso a un equipo rutilante. Hay que quemarlos. Ese adusto Valencia que piensa partido a partido no debe volver a asomar el hocico. En la caja de caudales hay telarañas, pero sobre el césped luce oro puro.

En el fútbol aún impera el tanto tienes, tanto vales. Los delirios del rico se asocian con la ambición; los del pobre, con la euforia. Hace tres meses el Real Madrid, escocido por la gesta de su acérrimo enemigo, se autoproclamó aspirante al triplete. Para el coro florentinista, aquello era lógico reflejo de la grandeza merengue. Pero cuando los jugadores de Emery osaron decir que pueden luchar por la Liga, a más de uno le entró el vértigo.

Hoy, tras la derrota, ese mensaje ambicioso está aún más vigente. Aunque al equipo se le vio anoche atascado, atenazado por la responsabilidad. A fin de cuentas, hoy por hoy tiene más opciones el Valencia de ganar la Liga que el Madrid de celebrar su cacareado e imposible triplete.

(Artículo publicado en LAS PROVINCIAS el 13 de diciembre de 2009)

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