Mata, el rostro del futuro

La vida le reservaba un papel de secundario de lujo. Su nombre nunca figuró en la selecta lista de los elegidos para la gloria. Pero bajo el sencillo ropaje de este Clark Kent del siglo XXI anida un héroe. O al menos eso se espera de Juan Mata, porque él es la piedra sobre la que Manuel Llorente ha decidido edificar el nuevo Valencia.

Cuando emergieron las miserias del club, la militancia blanquinegra se enfrentó a una escalofriante disyuntiva: ¿A quién vender, a Villa o a Silva? Nadie imaginaba entonces que se irían los dos y que Mata, antítesis del narcisismo futbolístico, se enfrentaría a la ingrata labor de tirar del carro.

No debería de ser obstáculo insalvable para el más antidivo de los murciélagos que ha tenido el escudo del Valencia. Si algo acredita Juanín es su destreza en vivir a contrapelo. Entró en Mestalla por la puerta de servicio, como reto personal de Carboni. Todo era ruido alrededor suyo: la guerra entre el italiano y Quique con Sneijder de proyectil, la multimillonaria apuesta por Zigic, el azaroso aterrizaje de Wollstein, heraldo de la decadencia del solerismo...

Mata soportó en tres meses la destitución de su mentor y la desconfianza de Quique. Pudo irse cedido en el mercado invernal, pero se alistó en la resistencia y Koeman lo rescató en su único servicio al Valencia. Esa tenacidad ha moldeado al gran futbolista por quien hoy suspira el oráculo Guardiola, un chaval que llegó en el mismo paquete que el inédito Sunny y ha multiplicado por veinte su valor de mercado.

No habrá que comprobarlo, porque Llorente ha decidido cerrar el grifo de las salidas. Por salario, implicación y humildad, Mata es la cara de un Valencia en plena reconstrucción. Pero el movimiento se demuestra andando. Otro tipo de perfil más belicoso ya habría orquestado una revolución. La desaceleración económica del club no justifica que el emblema blanquinegro sea uno de los jugadores peor pagados, con promesa incumplida incluida. Mejor prevenir ahora que lamentarse cuando acabe contrato.

(Artículo publicado en LAS PROVINCIAS el 27 de junio de 2010)

Un café con mala leche

Una frase ilustra por sí sola toda la demencial historia contemporánea del Valencia. «A Cristiano Ronaldo le faltó menos de lo que vale un café para venir (a Mestalla)». La pronunció Juan Soler en una entrevista concedida en abril de 2007 a LAS PROVINCIAS. Tan aventurada afirmación, que el tiempo convertiría en vox pópuli por su condición de sandez superlativa, representaba en sí misma una bomba de relojería, no tanto por la hilarante verborrea del presidente como por lo seguro que estaba de sus palabras.

Con el entrevistador y la grabadora como únicos testigos, Soler adornó el irracional discurso con esa media sonrisa que sólo dejaría escapar un mal jugador de póquer. Y acto seguido desgranó ufano los entresijos del no fichaje del luso, por quien se creyó en posición de pagar 50 millones de euros. Cristiano Ronaldo: la penúltima pieza de la colección de castillos en el aire de don Juan, por detrás de Figo o Porchinos, por delante del nuevo estadio.

El constructor fue soberano en un reino de fantasía y así le rodaron las cosas. Pero no vivió solo en su mundo irreal. Dos años después, mientras él buscaba desesperadamente la salida de emergencia, sus herederos Soriano y Villalonga ofrecerían en Londres a Mourinho el banquillo de Mestalla. No quiero imaginar la pasta que pensaban soltar o el señuelo de descabellados fichajes que habría sido necesario para atraer al caprichoso portugués. Ninguno de los dos empresarios sospechaba que unos meses más tarde el Valencia dejaría de pagar a la plantilla, el ruido de máquinas se apagaría en la avenida de las Cortes y los periodistas deportivos harían cursos acelerados sobre los entresijos de la ignominiosa ley concursal.

La miseria actual es el fruto de tanto delirio de grandeza sin fundamento. El Levante ofrece un ejemplo cercano de cómo le cambia la vida a un club con la llegada de gente seria. Hará bien el Valencia en fijarse en el vecino pobre al que históricamente mira con desdén. Ah, y en agradecer que Soler no pagara aquel café. Ahora tendríamos que ir a Orriols para ver fútbol de Primera.

(Artículo publicado en LAS PROVINCIAS el 20 de junio de 2010)

Mal de altura

Los médicos llamarían mal de altura a esas cefaleas que comienza a sentir Manuel Llorente. Y lo peor para el presidente del Valencia es que todavía le queda un mundo hasta que huelle la cumbre del ochomil en que se ha convertido esta sociedad anónima deportiva.

El poder erosiona. El dirigente blanquinegro lo siente en sus carnes. Ahora mismo no saldría mucho mejor parado que ZP de cualquier encuesta popular sobre valoración de liderazgos. Siempre fue un tipo duro, pero no da igual cortar el bacalao al cobijo de una dirección general que hacerlo a pecho descubierto.

Los azotes a Llorente tienen su punto de injusticia. Esta patata caliente la pusieron otros en sus manos, sigue un itinerario trazado desde la cordura y siempre podrá recordar a los descreídos que hace un año rechazó cobrar seis millones de euros por un paquete accionarial que a él sólo le costó 144.000.

Pero es impepinable que Llorente ha gestionado muy mal las dos grandes crisis, al margen de la económica, que han convulsionado su mandato. Con Emery le faltó mano izquierda y con Fernando le sobró cinismo. La paradoja para el presidente es que sale trastabillado de dos decisiones correctísimas. El entrenador debía seguir por rendimiento profesional y el director deportivo no podía continuar por alto salario y nula empatía. Pero Llorente, ducho a la hora de recitar el ‘mano de hierro en guante de seda’, olvidó que en esta ocasión la manopla tenía un agujero por el que se ha visto todo.

El patrón sale tocado de un plan de viabilidad con muchas páginas aún por descubrir y que requiere un buen ejercicio de fe. Todavía quedan por delante las acciones, el estadio, otro amargo traspaso... El contexto tampoco ayuda. Justo cuando mayor tranquilidad necesita el Valencia, el parte meteorológico anuncia chubascos. A Llorente le pueden cambiar de jefe en el banco y encima tras el telón comienzan a adivinarse maniobras dirigidas a dar un vuelco a la situación. Por el momento son clandestinas. Pero sólo por el momento.

(Artículo publicado en LAS PROVINCIAS el 13 de junio de 2010)

Soldado ya es del Valencia

«El acuerdo con Manolo (Llorente) lo solucionaré en tres minutos, eso no va a suponer ningún problema». Así se pronunciaba ayer por la tarde Ángel Torres, presidente del Getafe, cuando se le preguntaba por el estado de las negociaciones para el traspaso de Roberto Soldado al Valencia. No le faltaba razón. Al filo de la medianoche se alcanzó el acuerdo entre clubes para que el delantero recale en Mestalla como sustituto de Villa.

Aunque ninguna de las partes quiso desvelar los detalles de la operación, todo apunta a que el Valencia tendrá que pagar íntegra la cláusula de rescisión, cifrada en 10 millones de euros, aunque buena parte del importe se podrá abonar de forma aplazada, lo que supone un alivio para las arcas del club. Ya por la mañana Manuel Llorente admitía que la cuestión a salvar se centraba exclusivamente en las fórmulas de pago. El fichaje se hará oficial hoy, precisamente el día que Fernando ha elegido para romper su silencio.

Soldado seguirá cobrando los 1,5 millones netos que percibía en el Getafe, la mitad de lo que se pagaba a Villa, y ningún jugador entrará la operación para abaratarla, cuestión que desde Madrid se llegó a apuntar (se implicó en este caso a Jordi Alba), aunque todos los protagonistas lo rechazaron.

Hasta el propio Emery se atrevía ya a admitir públicamente ayer que el delantero del Getafe ultimaba su aterrizaje en el Valencia. «Soldado está preparado y las posibilidades de que venga puede que estén cada vez más cerca», manifestaba el entrenador a Canal 9.Desde su despido como director deportivo, el todavía consejero valencianista se había refugiado en el silencio. Habrá que ver hoy cuál es su posicionamiento ante la nueva coyuntura que se ha creado puesto que Fernando, salvo que renuncie a su plaza en la directiva, se puede convertir en la única voz de oposición que tendrá Llorente.

De cualquier forma, la preocupación en el seno del club está en cerrar lo de Soldado. El ex secretario técnico del club y columnista de LAS PROVINCIAS Juan Sánchez no tenía ninguna duda de su valía: «Creo que es un jugador muy interesante, un delantero joven, valenciano, que siempre ha hecho goles en todos los equipos en los que ha estado -declaró el de Aldaia en un acto público-. Es un futbolista que puede seguir creciendo y el Valencia es un buen sitio para él». De fondo sigue presente el tema de Aduriz, aunque el Valencia lo mantiene al ralentí. «Por su rendimiento merece que un club como el nuestro esté interesado en incorporarlo», opinaba Emery sobre el delantero del Mallorca, desvelando además que el Valencia busca centrocampistas para el supuesto de que Fernandes (le quedan cuatro años de contrato) encuentre destino.
Si el que saliera fuera Silva, el Valencia ya había dejado claro que la intención era quedarse de momento con Chori y Feghouli, sin buscar recambio. De momento, el nombre del mediapunta canario ha salido en la prensa italiana como uno de los futbolistas que desearía incorporar Rafa Benítez en el Inter. Y es que el presidente del equipo italiano, Massimo Moratti, anunció ayer que ha logrado un acuerdo con el ex técnico del Valencia para que entrene al equipo "nerazzurro".


(Artículo publicado en LAS PROVINCIAS el 9 de junio de 2010)

Si yo fuera presidente

Si yo fuera presidente, que diría García Tola, habría hecho lo mismo que Llorente. La racionalización de la estructura del Valencia era imprescindible. Vender a Villa, amortizar el cargo de Fernando, recortar el gasto en la escuela... Tan impopulares medidas, a cuál más desagradable, merecen el apoyo o al menos la tolerancia de todo aquel que sienta algo por este club. También las otras muchas que aún están por venir. El primer fulano que haga una oferta sólida por Silva o Mata se saldrá con la suya, el tecnócrata Javier Gómez volverá en breve a los despachos anónimos y hoy por hoy supone una insensatez pensar en reanudar las obras de un nuevo estadio que cuando se inaugure será ya viejo.

Si algún camino conduce a la salvación del Valencia, ese es el emprendido por Llorente, pero aun así son muchas las dudas que lo angostan. ¿Tiene futuro el modelo de gestión individualista basado en un factótum que es a la vez presidente, responsable económico y director deportivo? ¿Podrá sostener a este equipo, huérfano de estrellas, una cantera en proceso de desinversión? Y, para los morbosos, ¿en cuánto se reducirá el dirigente un sueldo que era lícito hasta que los reajustes lo han convertido en excesivo? De la agilidad con que responda a estos interrogantes, y en algún caso debía haberlo hecho ya, dependerá ese crédito social que ahora atiborra sus alforjas.

La ejecución de Fernando sólo cobra sentido si Llorente tiene claro el resto de estaciones de su personal vía crucis. Pero, aunque así fuera, al presidente no le beneficia el baño de maquiavelismo con que la afrontó. Oculto en un amplio paquete de medidas, el despido del director deportivo podría verse como una decisión económica. Pero así, aislado en el tiempo y como único punto de un frío orden del día, es imposible disipar el tufillo a ajuste de cuentas. Sobre todo si se recuerda que en verano se ignoraron sus propuestas en beneficio de las de Emery; que en invierno ni se le invitó al centenario de la Federación Valenciana pese a su ilustre currículo, y que en primavera sólo ha faltado cachearlo para comprobar que ha devuelto el móvil antes de ponerlo de patitas en la calle.

(Artículo publicado en LAS PROVINCIAS el 6 de junio de 2010)