Si yo fuera presidente

Si yo fuera presidente, que diría García Tola, habría hecho lo mismo que Llorente. La racionalización de la estructura del Valencia era imprescindible. Vender a Villa, amortizar el cargo de Fernando, recortar el gasto en la escuela... Tan impopulares medidas, a cuál más desagradable, merecen el apoyo o al menos la tolerancia de todo aquel que sienta algo por este club. También las otras muchas que aún están por venir. El primer fulano que haga una oferta sólida por Silva o Mata se saldrá con la suya, el tecnócrata Javier Gómez volverá en breve a los despachos anónimos y hoy por hoy supone una insensatez pensar en reanudar las obras de un nuevo estadio que cuando se inaugure será ya viejo.

Si algún camino conduce a la salvación del Valencia, ese es el emprendido por Llorente, pero aun así son muchas las dudas que lo angostan. ¿Tiene futuro el modelo de gestión individualista basado en un factótum que es a la vez presidente, responsable económico y director deportivo? ¿Podrá sostener a este equipo, huérfano de estrellas, una cantera en proceso de desinversión? Y, para los morbosos, ¿en cuánto se reducirá el dirigente un sueldo que era lícito hasta que los reajustes lo han convertido en excesivo? De la agilidad con que responda a estos interrogantes, y en algún caso debía haberlo hecho ya, dependerá ese crédito social que ahora atiborra sus alforjas.

La ejecución de Fernando sólo cobra sentido si Llorente tiene claro el resto de estaciones de su personal vía crucis. Pero, aunque así fuera, al presidente no le beneficia el baño de maquiavelismo con que la afrontó. Oculto en un amplio paquete de medidas, el despido del director deportivo podría verse como una decisión económica. Pero así, aislado en el tiempo y como único punto de un frío orden del día, es imposible disipar el tufillo a ajuste de cuentas. Sobre todo si se recuerda que en verano se ignoraron sus propuestas en beneficio de las de Emery; que en invierno ni se le invitó al centenario de la Federación Valenciana pese a su ilustre currículo, y que en primavera sólo ha faltado cachearlo para comprobar que ha devuelto el móvil antes de ponerlo de patitas en la calle.

(Artículo publicado en LAS PROVINCIAS el 6 de junio de 2010)

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