Las piezas encajan

La vida es un puzzle. Si te rodeas de piezas que encajan contigo a la perfección paladearás la felicidad. De lo contrario, recorrerás tus días con el paso cambiado. Benítez habría sido feliz con el manirroto Soler, pero le tocó vivir una época de vacas casi tan flacas como las actuales. Orti reinaba, pero Llorente gobernaba. Rafa se desgañitaba en cada rueda de prensa para pedir fichajes que nunca llegaron, porque Manolo anteponía el desgaste popular a una gestión populista. Dormía con la llave de la caja fuerte debajo de la almohada. Era evidente que el puzzle no encajaba y la más preciada pieza acabó rompiéndose.

Un lustro después, la crisis dibuja un panorama similar al de aquel añorado Valencia del doblete. Similar, aunque no idéntico. Llorente lleva otra vez las riendas del club, pero esta vez sí hay sintonía entre él y sus acólitos. Ni Fernando ni Emery exhiben la beligerancia de Benítez. Hay lo que hay, lo asumen y esto es un bálsamo en tiempos de posguerra.

La necesidad ha encauzado la política deportiva del Valencia. Pocas veces funcionó aquí el modelo imperialista de Florentino. Ortega o Romario fueron anécdota en la historia del club, como en su día ocurrirá con Joaquín, fichado a golpe de talonario y suplente de un chico de la casa llamado Pablo.

La tantas veces loada filosofía del Sevilla, con Monchi a la cabeza, marca el camino a seguir. Fichar barato para vender caro. Ahí radica la credibilidad de Fernando. La labor de un buen director deportivo, salvo que esté en nómina de Real Madrid o Barcelona, es descubrir a Dealbert, Bruno o Mathieu y jugársela por ellos.
El Valencia tiene poca munición y no puede errar un solo disparo. Lo advirtió Llorente nada más regresar. Fernando, como Unai, depende de sus resultados. Por ahora cumple, cimienta su futuro y trae así serenidad a un club que hasta hace poco vivía desquiciado.

En la época de Soler, si un técnico hubiera pedido fichar a Ricardo Costa le habrían traído al ex secretario general del PP. Y ya se sabe, una vez descubierto el malentendido..., que se quede como consejero delegado. O lo finiquitamos.

(Artículo publicado en LAS PROVINCIAS el 20 de diciembre de 2009)

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