Juicio injusto

Lamentaba Quique tras su despido que Valencia idolatra antes a un jugador que a cualquier entrenador. Razón no le faltaba. Salvo Benítez o el primer Ranieri, pocos técnicos han abierto la puerta grande de Mestalla.

Quien ahora deambula sobre la delgada línea que separa la gloria del fracaso es Unai. Los dislates gestados en la pizarra tienen mucho que ver con la inestabilidad de este Valencia que rinde tan por debajo de sus posibilidades. Aunque las notas se entregan a final de curso, Emery ya ha suspendido el primer parcial. Y lo ha hecho con todos los condicionantes a favor. Este club en nada se parece al «avispero» de hace dos veranos, como él mismo lo definió sottovoce antes de firmar su contrato.
Aquellas reservas eran lógicas, pues ni siquie ra conocía el apellido de su nuevo jefe: el alicaído Soler que lo fichó, el emergente Villalonga que relamía el poder o el tapado Soriano que confesaba a sus íntimos no creer en el vasco.

La indulgencia que merece todo debutante y el catastrófico legado de Koeman ayudaron a Unai a capear un insatisfactorio primer año. Pero el discreto balance no evitó que el técnico se haya sentido fuerte este verano y plantara cara a su jefe con la anuencia presidencial. Malgastó en lujos (léase Moyá) los ahorrillos que tenía para comer (Granero). Y ahora muchas de sus decisiones desde el banquillo enervarían al mismísimo Job.

Sin embargo, es injusto que todos los palos azoten la misma estera. Villa tenía razón en su crítica, pero nunca debió hacerla. La reacción de Joaquín en Noruega es la de un niño consentido. El recién llegado Mathieu no puede fruncir el ceño en su segundo día como suplente y las quejas de Vicente están tan fuera de lugar como la reacción con luz y taquígrafos del aludido.

Urge cordura ante tan peligrosa espiral. Unai no es el único culpable de que el equipo con el mejor ataque de España se desangre en defensa. La responsabilidad de ridículos como el de Getafe no puede recaer sólo sobre su espalda. Hoy todo el grupo se examina en Santander, porque es inconcebible que la carísima filarmónica blanquinegra parezca por momentos la Charanga del Tío Honorio... salvo que el objetivo inconfesable sea cargarse al de la batuta.

(Artículo publicado en LAS PROVINCIAS el 4 de octubre de 2009)

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