Llorente se pasa de rosca

Manuel Llorente debería saber ya que en ocasiones el exceso de celo puede resultar tan pernicioso como la autocomplacencia. Conocida es la pericia del presidente del Valencia para extraer el máximo rendimiento de sus acólitos. El club tiene ahí un potosí. Sin embargo, a la hora de gestionar el futuro del banquillo al dirigente se le ha ido la mano con la llave inglesa. Tanto apretó que el tornillo se pasó de rosca y, sea cual sea el veredicto final, habrá daños colaterales.

Si la decisión es no renovar a Emery, Llorente tendrá serios problemas para argumentarla, pues los objetivos están virtualmente cumplidos desde hace tiempo. Pero si el técnico continúa, nadie podrá enterrar la sensación de que lo hace porque no queda otro remedio. Porque el mercado anda huérfano de sólidas alternativas al vasco y porque el jerarca blanquinegro se reserva así una coartada para el año próximo. Mantenerse en la élite continental sin Villa, Silva o Mata y con el desgaste adicional de la Champions será más complicado. Y quizá los mismos que piden la cabeza de Emery se giren entonces hacia el palco para preguntar por qué se tocó algo que funcionaba. Es la cruel ley de la vida y el fútbol.

Llorente tiene hoy una buena oportunidad para ver cómo no debe gestionarse el Valencia. Nada más antagónico que el Real Madrid. Florentino Pérez puede permitirse el lujo de la impaciencia, despedir a Pellegrini como antes hizo con Juande y traer un nuevo entrenador que le reclame otros cinco fichajes imposibles. Con la billetera en una mano y su prodigiosa agenda en la otra, seguramente se los traerá. Y vuelta a empezar en la Babilonia merengue.

No hace demasiado tiempo el Valencia también podía gestionarse así. Pero alguien antes que Llorente dilapidó esos favores institucionales y financieros inherentes al Real Madrid. Por eso el presidente tendría que enfrascarse en su jeroglífico extradeportivo y confiar en el área más saludable del club. El problema es que, aunque al final opte por el camino de la sensatez, mucho me temo que ya llega tarde.

(Artículo publicado en LAS PROVINCIAS el 18 de abril de 2010)

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