Once meses de negociaciones amparadas en el anonimato

El proyecto que puede convertir al Valencia en el club más rico de España comenzó a gestarse en el mes de junio. Soler, recién aterrizado en la vicepresidencia, entendió que había que buscar fórmulas para fulminar la deuda sin tocar un euro de los ingresos por la recalificación de Mestalla. La solución estaba en la obsoleta Ciudad Deportiva de Paterna. Y se puso manos a la obra.

Al único a quien informó de sus planes fue al entonces presidente Jaime Ortí. Aunque Soler movía ya los hilos del club, había que cuidar las formas. A partir de ese instante, y prácticamente hasta ayer, el constructor ha tenido dos obsesiones: llevar a buen puerto el proyecto de Ribarroja y tratar de ocultarlo a los medios de comunicación, aunque para ello tuviera que negar lo innegable.

Soler tomó como referente la experiencia de la Ciudad Deportiva de Paterna. Cuando Francisco Ros Casares compró los actuales campos de entrenamiento, a su alrededor sólo había zona agrícola de escaso valor económico. Sin embargo, enseguida se desató todo un proceso especulativo que cambió la fisonomía del municipio.

El hoy presidente blanquinegro decidió que había que repetir la experiencia, pero con una salvedad. En esta ocasión las plusvalías que generaría la presencia del Valencia debían ir a parar al propio club.

Descartada Paterna por la falta de suelo para llevar a cabo un proyecto tan ambicioso como el que perseguía Soler, pensó en dos municipios del Camp de Túria: La Pobla de Vallbona y Ribarroja.

Paralelamente, y con el fin de ocultar que el Valencia estaba detrás de esta inversión, el presidente constituyó una sociedad limitada que actuaría de testaferro. La llamó Litoral del Este. Era el 22 de septiembre, Ribarroja se había convertido ya en la opción elegida y todo estaba listo para que Juan Soler iniciara, teóricamente para uso particular, la compra de terrenos en la Masía de Porchinos.

Ocultando el nombre del Valencia, Soler lograba frenar la especulación. ¿Pero cómo evitar la sombra de la duda ante un proyecto urbanístico de semejante magnitud emprendido por un consejo repleto de constructores? El 13 de octubre el Valencia adquirió todas las acciones de Litoral del Este, de modo que ante tanta transacción como se avecinaba nadie tuviera la sospecha de que algún euro se perdería por el camino. Por supuesto, la escritura no se presentó en el registro. Cualquier precaución era poca si se quería ocultar que tras la operación estaba la entidad de Mestalla.
La búsqueda de liquidez se convirtió en el siguiente objetivo. Litoral del Este –o sea, el club– pidió un crédito de cinco millones al Banco de Valencia, posteriormente ampliado hasta los 6,5. Soler avaló la operación con su patrimonio, según desveló ayer.

Al mismo tiempo entró en contacto con el alcalde de Ribarroja, Francisco Tarazona, con los técnicos municipales y con los de la Conselleria. Antes de iniciar el desembolso, buscaba la certeza de que todo era viable desde el punto de vista medioambiental. Un informe de Vaersa así lo constataría en enero.

Soler compró la primera parcela el 26 de octubre y en estos momentos ya ha adquirido el 97% del terreno afectado por su plan. Ha pagado 6,5 millones, la décima parte de la inversión global. Ahora comienza la carrera contrarreloj para ingresar los 180 millones de euros antes del 30 de junio, fecha en que se cierra el balance contable del año. Y de nuevo el cuento de la lechera. El Valencia espera que el Ayuntamiento de Ribarroja apruebe el Plan de Actuación Integral en un plazo máximo de dos meses. La Conselleria lo homologaría en diciembre, medio año después se haría el proyecto de reparcelación y en 2009 el Valencia ya entrenaría en el Camp de Túria.

(Artículo publicado en LAS PROVINCIAS el 13 de abril de 2005)

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