El Valencia 'ficha' a Villa, Silva y Albelda

"¿Por dónde empezamos, Fernando?" No hubo pistoletazo de salida. Los nuevos responsables del Valencia se tuvieron que incorporar a una frenética carrera de 100 metros lisos sin calentar y a mitad de recorrido. Visto el tiempo marcado en la línea de meta, no les fueron mal las cosas.

En la oficina del nuevo vicepresidente deportivo se acumulaban los casos abiertos. Sin embargo, dos expedientes tenían la etiqueta de máxima prioridad. El Real Madrid bebía los vientos por Villa. El Barcelona suspiraba por Silva.

El dilema estaba sobre la mesa. Vicente Soriano debía decidir. Ante una hambruna como la que asola Mestalla, un presidente debe ser lo suficientemente impetuoso como para no perder a sus estrellas, pero también lo razonablemente sensato como para no renunciar a irrechazables ofertas. Fiel a esa filosofía, el Valencia urdió su estrategia. Pregonó que en esta vida todos tenemos un precio, muy alto en el caso de los jugadores blanquinegros. Pero mientras el intencionado mensaje seguía su curso, el club daba los primeros pasos para destensar la relación con dos peloteros que en los últimos meses se sentían dejados de la mano de Dios.

Habría que remontarse al mes de diciembre. Cuando el olvidable Koeman inició su ronda de ejecuciones públicas, tanto Villa como Silva entendieron que había llegado la hora de replantearse el futuro. Lo mismo sintieron otros pesos pesados, como Vicente. Les dolió tanto el sadismo deportivo del holandés como la connivencia de Soler. Pero la falta de sintonía entre los cracks y la cúpula del club era bilateral. Mientras los representantes desempolvaban sus agendas, el aún presidente, en pleno mercadeo accionarial, sentaba con el Real Madrid las bases de un futuro traspaso de Villa. Al mismo tiempo, un Barça en reconstrucción blandía sus tentáculos sobre Silva.

En el caso del canario hubo pocas dudas, ya que no apareció esa oferta mareante capaz de hacer perder el sentido. Distinto fue el caso del Real Madrid. Calderón, tarde y mal, ofreció 40 millones por el Guaje. Y lo peor es que no retiraba la mano del talonario. En Mestalla hasta los percheros sabían que, si Soriano apretaba, sacaría aún más jugo del desesperado presidente merengue, ávido de un fichaje mediático para calmar a su técnico y su afición.

Pero vender a Villa no era el mejor modo de empezar un proyecto. Incluso para un club con las arcas vacías. "Pan para hoy y hambre para mañana", resumiría Soriano. Habría sido el camino más fácil, pero también el más tortuoso. Por eso el asturiano, como su tocayo de Arguineguín, acabó quedándose en casa.

Peor parado salió Joaquín. Koeman desorientó al gaditano hasta dejarlo sin Eurocopa, Villalonga le hizo perder el norte ofreciéndole una inmerecida mejora salarial y él cometió el error de acudir en el momento más inoportuno a reclamar lo que creía suyo. Pensó que la generosidad con Villa y Silva reflejaba debilidad y se llevó la bofetada de su vida. Por partida doble: al rechazarle el club el aumento de sueldo y cuando comprobó que el Valencia estaría encantado de venderlo. Joaquín lo pensó, lo repensó... y al final decidió concederse otra oportunidad de triunfar en Valencia.

Con los deberes hechos, Fernando se entregó a las tareas menores. Recuperó para la causa a un Albelda ya sin argumentos para dejar el club de su vida, soltó lastre ahorrándose 21 millones en sueldos de jugadores prescindibles y fichó a un portero, Renan, que se sumó al repescado Pablo en el exiguo capítulo de altas.

(Artículo publicado en LAS PROVINCIAS el 15 de septiembre de 2008)

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