Elige, Manolo: ¿Susto o muerte?

A Llorente se le podría aplicar aquel chiste tonto del “elige, ¿susto o muerte?” Encaró su segundo año de mandato entre la espada que blandía el concurso de acreedores y la pared del populismo futbolero. Completó sin pestañear el trabajo sucio encomendado. Vendió a Villa, luego a Silva, y cuando creyó superado el trance llegaron los goles del asturiano en Sudáfrica para suscitar un debate tan demagógico como ventajista.

Es indiscutible que 40 millones por el mejor delantero del mundo saben a exiguo botín. ¿Y 45? No es cuestión de cifras. Simplemente Villa no tiene precio. Andan sobrados de razón quienes sostienen que el Guaje podría haberse revalorizado en el Mundial. Entraba dentro de las probabilidades, tanto como que una grave lesión abortara su traspaso. ¿Y qué sería del Valencia en tal caso? Este club, por desgracia, carece desde hace mucho tiempo del mínimo margen para especular. En situaciones de extrema necesidad, optar por el pájaro en mano puede no ser lo más afortunado, pero sí un alarde de sensatez.

Habría que actualizar el adagio según el cual cada aficionado alberga en su interior a un entrenador. Añadamos ahora a un analista financiero y hasta un ministro de Hacienda. Así se llega a dogmatismos que pasan por alto que no es lo mismo valor y precio, que este último lo fija el comprador y que en cualquier caso Llorente tenía las manos atadas, porque la operación quedó más que sellada hace un año, cuando los abrazos entre el hijo pródigo y los peñistas ocultaron un pacto tácito para la salida que se ha cumplido puntillosamente.

No soslayemos que entonces Florentino, el mayor francotirador de la historia del mercado balompédico español, ofreció 25 irrisorios millones más Negredo. Y que el Barcelona no llegó a lo que ahora pagará por un Villa con un año menos de fútbol y que deja al Valencia en Champions.

En 2009 salió al auxilio del club una ampliación de capital que ha tenido mucho de chapuza. Bendita chapuza, aun así. Ahora ha tocado vender a las estrellas. El otro camino, mucho más cómodo, era aceptar alguna ridícula oferta por las parcelas de Mestalla. Menudo ejercicio suicida habría sido ese. Pese a todo, Manolo, lo dicho. ¿Susto o muerte?

(Artículo publicado en LAS PROVINCIAS el 4 de julio de 2010)

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