La maleta de Llorente

En el deporte contemporáneo, donde todo está inventado, cada vez son más importantes los pequeños detalles. Miguel Induráin, por ejemplo, ganó cinco Tours y dos Giros por la cara. Literalmente. Ni su golpe de riñón ni el vigor de sus piernas erosionaban tanto la moral de los rivales como su rostro impertérrito. Por mucho que sufriera, nadie lo apreciaba. Jugador de póquer, congelaba el rictus hasta robar al pelotón las ganas de pedalear.

Otro detallista. Jorge Garbajosa tiene una peculiar forma de calibrar la ambición de un deportista. Su unidad de medida es, pásmense, el calzoncillo. Y aporta argumentos irrefutables. En torneos como la Copa de baloncesto, que se dirimen en pocos días y bajo el formato de la muerte súbita, el gigantón madrileño barema la autoconfianza de los jugadores en función de los calzones que embuten en su maleta antes de la partida. Si llevan cinco es que aspiran al título, pero si viajan con pocas mudas...

Manuel Llorente ha heredado algo del temple de Induráin. El Valencia está mucho más cerca del abismo económico de lo que cualquiera de nosotros imagina. Y a pesar de ello el presidente oculta bajo una sonrisa sus ganas de llorar.

Tampoco anda corto de ambición, pero sin embargo difícilmente superaría el test de Garbajosa, ya que ahora mismo no sabría cuántos calzoncillos meter en su maleta para el incierto viaje que se avecina. Es tal la agonía financiera del club que nadie juicioso trazaría planes a dos semanas vista.

Se agolpan las preguntas sin respuesta. ¿Renovará el técnico? La idea es que sí, pero siempre que vaya a la Champions. Aunque ha aprobado los exámenes parciales, le queda el de junio. Y si suspende, en la recuperación de septiembre otro ocupará su pupitre. ¿Se irán Villa o Silva? Nadie lo desea, pero ya no queda dinero bajo las piedras... ¿Se reanudarán en abril las obras del estadio? Eso parece. Es la fecha en que debería llegar ese crédito tan salvador como inverosímil. Y hasta ahí se puede leer, porque no hay más. Todo son conjeturas. Y hoy por hoy quien diga que lo tiene claro ejerce de pitoniso o va de farolero.

(Artículo publicado el 21 de febrero de 2010 en LAS PROVINCIAS)

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