Valencia ya aparece en el mapa

Bombazo en la capital del reino. Tras cinco semanas y media de amnesia, Madrid por fin ha descubierto que el líder de la Liga juega en Mestalla. La revelación no llega gracias a la inmaculada trayectoria deportiva del equipo de Emery. Tampoco el tamtan reivindicativo de Manuel Llorente ha resultado determinante. Es más sencillo que todo eso. Cristiano Ronaldo, el machote madridista, ha ojeado los periódicos, probablemente mientras aguardaba turno en la pelu, y entonces se ha caído del guindo. El mando lo tiene el Valencia, ese club del que le separó el precio de un café; el café más caro del mundo.

Pese al reconocimiento del portugués, parece poco probable que su jefe imite la fórmula del éxito que triunfa a orillas del Mediterráneo. La humildad es rentable, pero vende poco. Y el embrujo del equipo de Emery reside precisamente ahí, en la exaltación de la normalidad, bien escaso en un fútbol cada vez más bañado en salsa rosa.

Los pilares del nuevo Valencia no llamarían la atención en cualquier rutinaria reunión de comunidad de vecinos. Soldado regresó a casa con la ilusión reflejada en la mirada. Todavía la conserva y la traslada a cada uno de sus actos. Aduriz adora el anonimato. Confiesa que lo que más le gustaba de Palma era la facilidad para pasar inadvertido entre tanto guiri. Cada palabra de César es una exhibición de sentido común igual de portentosa que la mejor de sus paradas. Y así se podría seguir, uno a uno, con todos los peones de una plantilla que ha aprendido a pensar en primera persona del plural; incluido ese banquillo en el que se sienta un entrenador capaz de decir en rueda de prensa que ganar es mejor que perder. Natural como la vida misma. Frente al maleducado Mourinho o el refinado Guardiola, un soplo de aire fresco.

Quien ha probado el elixir de Paterna sabe valorarlo. Como David Villa, cuyas palabras en puertas del reencuentro con su pasado suenan a nostalgia, a deuda eterna. Demuestran que un escudo es el que lleva cosido el Guaje al pecho y otro bien distinto el que le grapó el Valencia en el corazón. Hay que ver lo que se perdió el metrosexual de Funchal por el ridículo precio de un café.

(Artículo publicado en lasprovincias.es el 8 de octubre de 2010)

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