Valencia no logra la paz en Oriente Medio

Se hizo lo que se pudo. La convulsión que sacude Oriente Medio revistió con galas de conferencia de paz un evento que en principio perseguía un objetivo mucho menos ambicioso: potenciar el papel del Mediterráneo en Europa. Sin embargo, la necesidad humana de frenar la barbarie, las matanzas que día a día salpican las conciencias en Occidente, exigían aprovechar cualquier ocasión. Y el encuentro ministerial de Valencia parecía marcado por el don de la oportunidad.

Pero era más una ilusión que un proyecto viable, una lucha baldía contra los elementos. Desde los prolegómenos se vio que las posturas estaban demasiado enconadas como para pensar en milagros. Una sola persona puede comenzar una guerra, pero se necesitan al menos dos para firmar el armisticio. Y la Eurocumbre dejó traslucir tanto odio que ni siquiera fue posible la protocolaria foto de familia.

Aun así, los avances en este terreno no han sido desdeñables. Valencia logró sentar en una misma mesa, aunque a regañadientes, a israelíes y palestinos. También consiguió que Sharon recibiera a una delegación de la Unión Europea encabezada por Javier Solana, menospreciado apenas una semana antes por el primer ministro. Quizá no se haya cubierto las expectativas más utópicas, pero cuando concluya la barbarie en Oriente Medio -algún día ha de suceder- nadie negará que el camino de la paz discurrió a orillas del Turia.

La Eurocumbre ha sido mucho más que dos días de intensa actividad diplomática. Eran muy numerosos los puntos calientes, y entre ellos destacaba, por los negros precedentes, la protesta de los grupos antiglobalización, para los que Valencia simbolizaba, como antes Barcelona, Génova o Portoalegre, la quintaesencia del capitalismo. Se temía que hubiera graves al tercados, pero las salidas de tono de unos pocos no deslucieron lo que, a la postre, constituyó una gran fiesta para todos aquellos que creen posible un mundo diferente.

Nada que ver con el manto de pesimismo que se cernió sobre la gran conferencia desde el momento de su inauguración. Líbano se sumó al boicot sirio, mientras que los países árabes reiteraron su demanda de que Israel fuera excluido. Fracasaron en su empeño, pero se desquitaron 24 horas después, al darse el gustazo de abandonar el plenario y dejar al viceministro de su irreconciliable enemigo con la palabra en la boca.

En otras parcelas la cita valenciana sí dio los frutos esperados. De hecho, la anterior cumbre de Barcelona, envuelta por una mayor magnificencia y pompa mediática, no aportó mayores logros. Entre los indudables avances, destaca el acuerdo unánime de colaboración judicial entre estados y contra el terrorismo; la fijación por fin de una fecha para el libre comercio entre la Unión y los países árabes; el refuerzo del protagonismo estratégico del Mediterráneo; el compromiso de los empresarios para unir esfuerzos y demostrar que Benedetti tenía razón cuando dijo aquello de que el sur también existe... Pero, por encima de todo, lo dicho, se hizo lo que se pudo. Además, ofreciendo una lección de organización y civismo. Y quien da cuanto tiene...

(Artículo publicado en LAS PROVINCIAS el 28 de abril de 2002)

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