Quo vadis?

Dos mil años después de su construcción, y transcurrido más de un siglo desde que se convirtió en el primer Monumento Nacional declarado en España, el teatro romano de Sagunto sigue agonizando. Sus enemigos no han sido ni los embates del tiempo ni los agentes naturales, sino las decisiones políticas de unos y la indefinición de los otros. Ahora, cuando por fin Cultura parece decidida a cumplir la sentencia del Supremo, y de paso la promesa electoral que el PP formuló en 1999, se ha reavivado una polémica tan tempestuosa como estéril que sólo puede tener un desenlace: devolver al César lo que es del César y retirar las lápidas de mármol bajo las que el PSPV sepultó, ilegalmente, una joya patrimonial.
Argumentos no faltan. Al Gobierno valenciano lo avala un dictamen judicial emitido hace ya 18 meses, el cual a su vez refrendó otro fallo siete años anterior. Se trata de algo tan sencillo como hacer cumplir la ley y derribar una estructura ilegal. Sucede, sin embargo, que quienes promovieron este atentado contra el patrimonio parecen ahora dispuestos a erigirse en salvadores del mismo, ignorando que el hombre es tan esclavo de sus palabras como soberano de su silencio. Olvidada parece estar la garantía de reversibilidad que en su día dieron los arquitectos ejecutores del proyecto. Ahora el PSPV considera que devolver el teatro a su estado original significará destruirlo. Difícil parece la comunión entre ambas tesis. Es sólo parte del vehemente discurso político, preñado de cargas de profundidad y de declaraciones cuanto menos chocantes, desplegado a lo largo de la semana. El principal partido de la oposición también calificó sin pudor de "gasto fastuoso" y "desprecio total por el patrimonio" la reversión de las obras. Si las piedras hablaran...
Pero no sólo los políticos se han pronunciado. El debate está en la calle y también ha habido manifestaciones procedentes de otros ámbitos. Como la del presidente del Consell Valenciano de Cultura, Santiago Grisolía, quien se alineó con la tesis socialista y calificó de "barbaridad" la retirada del mármol. Su argumento, el alto coste y las escasas posibilidades de éxito. Además, el científico se descolgó con una inesperada propuesta: destinar ese dinero a la construcción de un parador nacional en el castillo de Sagunto e incentivar así su recuperación. Mientras no sea de mármol ni sepulte los pocos restos de la histórica fortaleza que resisten en pie...
Paralelamente, el alcalde de la capital del Camp de Morvedre, Silvestre Borrás, cumplió con su obligación de barrer para casa y subrayó la compatibilidad de ambas intervenciones: es posible recuperar el teatro y también el castillo. La responsabilidad, por lo tanto, recae ahora sobre la Generalitat, que parece haber tomado una decisión. A fin de cuentas, exhumar el teatro romano puede tener en cualquier caso consecuencias positivas. Si la intervención es un éxito, Sagunto recuperará uno de sus símbolos. Y si se produce un fracaso, al menos contribuirá a airear lo que se hizo con el monumento. No en vano, eso también es ya historia.
(Artículo publicado en LAS PROVINCIAS el 21 de abril de 2002)

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