La mentira del fútbol

A David Villa lo indujeron al exilio sus ansias de títulos. Seguramente los conseguirá, pero de momento lo que le garantiza el Barcelona es un ‘reality show’ donde el siempre discreto asturiano se erige en permanente protagonista.
No importa que el debut con su nuevo club haya tenido poco de rutilante. Ese inframundo llamado prensa rosa nos metió en la sobremesa el verano ibicenco del Guaje y señora. También la llamada de la solidaridad ha encontrado en el internacional un impagable altavoz. Sus camisetas volaron a Chile para insuflar vida a los mineros engullidos por la tierra. Sombra aquí, sombra allá, lo hemos visto cantar con Ana Torroja en un proyecto de apoyo a Mali. Al mismo tiempo acaba de llegar a las librerías su biografía y seguramente se dejará ver en las pomposas votaciones del Balón de Oro.
El balance no está nada mal para tres lánguidos meses en los que únicamente ha aportado vagas pinceladas del talento que derrochó en Valencia. Sus cinco mágicos años en Mestalla nos dejaron 107 goles sólo en la Liga y mostraron a un deportista sideral, comprometido, capaz de arrimar el hombro en primavera para evitar un descenso y de convertirse ese mismo verano en máximo artillero de la Eurocopa. Tanta gloria, sin embargo, apenas le dio para anunciar natillas, probablemente cuando los colmillos de los publicistas intuyeron que el Valencia, exánime, tendría que dejar escapar a su icono. Del Balón de Oro, mejor no hablar.
Cualquier sociólogo aludiría a la envoltura mediática que abraza a Real Madrid y Barcelona. Un amigo mío que no entiende ni papa de sociología, pero que de esto sabe un rato, atribuiría sin embargo el fenómeno a lo que él define como la mentira del fútbol, desnudando así a este apasionante juego que aspira a la consideración de deporte pero que la mayoría de veces no es más que un circo.
Algo similar puede pensar Emery. Hace un año le llovían chuzos por el mismo régimen severo de rotaciones que ahora le reporta elogios. Los vaivenes no acaban ahí. Las lágrimas estivales que vertió la venta de las estrellas han dado repentinamente paso a un torrente de optimismo en torno a este Valencia con menos plantilla pero más equipo. Si esto sigue así, sus críticos impenitentes no tardarán en salir a la calle, pancarta en mano, para pedir a Llorente la renovación del vasco.
Un sesudo analista concluirá que este año hay banquillo para rotar, un equipo recompuesto con cabeza... Alguien más pragmático subrayará lo que todos sabemos, que los resultados marcan los biorritmos balompédicos. Pero mi amigo, erre que erre, se aferrará a su inapelable sentencia: somos unos veletas que alimentan día día la mentira del fútbol.
(Artículo publicado en LAS PROVINCIAS el 19 de septiembre de 2010)

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